El periodo de transición en Afganistán termina y el trabajo da inicio
por Homeyra Mokhtarzada
El 18 de septiembre de 2005, los afganos asistieron a las urnas, marcando un importante hito en la transición democrática de su país. Fue la segunda ocasión en que el pueblo afgano tuvo la oportunidad de votar en menos de un año (aunque estas fueron las primeras elecciones locales desde 1969). En el 2004, los afganos habían elegido como Presidente a Hamid Karzai y en esta ocasión, fueron elegidos los miembros de la Cámara Baja de la Asamblea Nacional (la Wolesi Jirga) y los titulares de 34 concejos provinciales. A pesar de las predicciones sobre una violenta jornada electoral, 6.4 de los 12.5 millones de afganos registrados emitieron su voto y, el 12 de noviembre, con la certificación de los resultados se culminó el proceso del Acuerdo Bonn en 2001 que siguió a la caída del régimen Talibán. Meses de planeación y preparación culminaron en una jornada electoral, que de acuerdo a datos oficiales, fue creíble y sus resultados aceptados. Sin embargo, los retos que enfrentarán los nuevos organismos electos son mucho más grandes y más complejos.
Organización de las elecciones
Con sólo seis meses de plazo, el pueblo afgano —trabajando en colaboración con la comunidad internacional donante y de consultoría— trabajaron en la tarea de organizar una de las más complejas elecciones post-conflicto de la historia. Su costo: 1,599 millones de dólares.
Para hacer de las elecciones un éxito, al menos dos elementos intangibles tuvieron que resultar de los preparativos que sí son tangibles. Primero, tuvo que haber aceptación y entendimiento de parte de la población afgana.
Con esto en mente, se dio a conocer una campaña de educación cívica de largo alcance. A través de sesiones personales, cerca de ocho millones de afganos escucharon y discutieron información acerca del proceso electoral y los organismos de representación. Se pusieron en práctica tanto técnicas tradicionales como innovadoras para transmitir mensajes sobre educación electoral y educación cívica. Estas incluyeron funciones itinerantes de cine y teatro, así como la puesta en marcha de un Centro de Información al Votante que recibió cerca de 110,000 llamadas relacionadas con las elecciones a través de una línea telefónica sin costo para el electorado afgano.
Segundo, era necesario que el pueblo afgano percibiera el proceso electoral como algo creíble. Sólo algunas de las medidas tomadas para promover el trato justo a todos los participantes en la elección incluyeron la revisión de las nominaciones de los candidatos, diseñando una complicada serie de papeletas para las 69 elecciones independientes y estableciendo una Comisión para la Recepción de Quejas con el propósito de dar respuesta a las impugnaciones presentadas en el complicado y volátil contexto del país.
El día de la elección, los afganos votaron por 249 miembros de la Cámara Baja, así como por los miembros de 34 concejos provinciales. El número de representantes para cada provincia estuvo en función de la población provincial estimada. No obstante, aún si su región enviaba varios representantes, solamente pudieron votar por un solo candidato al parlamento o concejo, en lugar de (por ejemplo) una lista de candidatos del mismo partido, quienes comparten la misma plataforma política. El Presidente afgano y su gabinete se decidieron por un sistema de Voto Único no Transferible (VUNT). Una de las razones que explican esta decisión, fue que el Presidente Karzai conocía la desconfianza de los partidos políticos, debido a su papel disruptivo en la historia política de esa nación, (de hecho, Karzai mismo había rechazado el establecimiento de un partido político). Una segunda razón fue el deseo de mantener un fuerte poder ejecutivo.
El Sistema VUNT adoptado mostró ser problemático. Debido a que particulares contendieron como independientes, la lista de candidatos (cada una con nombre, número, símbolo y fotografía), en términos generales fue muy grande y las papeletas finales poco flexibles. En Kabul por ejemplo, 400 candidatos compitieron por los 33 escaños de la Cámara Baja.
Estimaciones iniciales establecieron en 7 minutos el tiempo necesario para que un elector identificara al candidato de su preferencia y emitiera su voto. En la mayoría de los distritos, sólo por el nombre de los candidatos, el número total de votos fue tan fragmentado que muchos candidatos fueron declarados ganadores con porcentajes de votación de un solo dígito. A largo plazo, la falta de bloques o partidos en la nueva Asamblea Nacional originará conflictos a esta institución para organizarse y contrapesar el poder del ejecutivo.
Los ganadores
Entre la multitud de ganadores, hubo algunos verdaderamente notables. Cerca de 600 mujeres contendieron como candidatas, y eso en un país donde —todavía hasta hace pocos años— las mujeres prácticamente tenían prohibido aparecer en público, fue un gran indicador del cambio político. Debido a acciones de intimidación y acoso, las candidatas afganas también batieron los pronósticos. La Constitución establece una reserva del 25% de espacios para las mujeres en la Asamblea Nacional, y las mujeres capturaron el 27% de los escaños, algunas de ellas ganando la contienda de manera rotunda.
En la provincia de Herat, el nivel de votación más alto fue para una mujer: Fauzia Gailani, candidata para la Cámara Baja, obtuvo 16,885 votos, o el 3.6% de la provincia total. Madre de seis hijos que había establecido una cadena de gimnasios en Herat después de la caída del Talibán, llegó a ser muy conocida por su discurso sobre la igualdad de derechos y sobre su rechazo a los matrimonios infantiles. Gailani fue cobijada en la Asamblea Nacional por líderes religiosos conservadores, ex Mujahedeen (incluido el que más votación obtuvo Younus Qanooni, unTajik, y Mohammad Mohaqeq, un étnico Hazara), y un fuerte contingente de 100 personas Pashtun (con mucha influencia entre las facciones tribales). Incluso 4 ex talibanes se unieron a las filas de los nuevos parlamentarios.
Sin embargo, aunque no se presentaron interrupciones mayores el día de la elección, sí hubo algunas áreas de preocupación. Las urnas correspondientes al 4% de los 26,000 sitios de votación fueron separadas para efectos de investigación por acusaciones de fraude, incluidos la ruptura de sus sellos de seguridad y el adulteramiento de las mismas.
El Organismo Electoral (formado por representantes de las facciones más importantes) manifestó una fuerte postura sobre los intentos de fraude. Al final, 3% de las urnas fueron excluidas del conteo. Adicionalmente, el OE despidió a 50 funcionarios electorales que estuvieron implicados en intentos de fraude. Entre los electores, casos de voto por poder fueron registrados, así como también posibles casos de intimidación a electores para influenciar su voto. Sin embargo, los organizadores y supervisores internacionales insistieron en que la integridad de las elecciones no se vio afectada por estos problemas.
Análisis
El 51% de participación fue más bajo que el presentado en las elecciones presidenciales del año anterior, pero aún más alto que el mostrado en muchas de las llamadas “democracias establecidas o desarrolladas”, como la de los Estados Unidos. La participación más baja de lo esperado puede atribuirse a tres factores principales: (1) El desencanto del pueblo afgano con el lento avance del desarrollo y la corrupción generalizada que trae aparejada; (2) los problemas de seguridad el día de la jornada electoral; y (3) el abrumador número de opciones en la papeleta.
Los problemas encontrados y los retos a vencer en esta elección representan pasos importantes en el proceso de democratización de Afganistán, aunque la prueba real se verá en la forma en que funcionará la Asamblea Nacional y los Concejos Provinciales, así como el papel que jugarán en la incipiente democracia del país.
La Asamblea Nacional
La efectividad en la nueva Cámara Baja estará determinada por las respuestas a las siguientes preguntas:
1. ¿llegará a enfangarse en políticas internas —incapaz de coaligarse en grupos de trabajo— y será vista como una institución ineficaz?
2. ¿podrá encontrar el equilibrio de poder necesario con el Presidente Karzai?
3. ¿Será capaz de entregar resultados tangibles a los electores?
Una vez que se reúna la Cámara Baja, lo que se espera para mediados del mes de diciembre, las respuestas a estas preguntas comenzarán a aparecer. Muchas de ellas en función de la forma en que evolucione la nueva estructura de poder de las instituciones.
Si emergen líderes que sean capaces de forjar alianzas, quizás entonces la Cámara Baja será capaz, a su vez, de influenciar la agenda nacional y considerar la revisión de las atribuciones del Presidente Karzai previstas en la Constitución. Cualquier coalición es susceptible de formarse alrededor de tres grupos principales: (1) el opositor Frente Nacional de Entendimiento —una coalición de partidos Islámicos y ex Mujahedeen— dirigida por Younos Qanooni, ex Ministro de Educación y Comandante de la Alianza del Norte, quien también contendió contra Karzai el año anterior; (2) El Frente Democrático Nacional, que incluye a docenas de grupos de apoyo al Presidente Karzai y que proviene principalmente del grupo étnico Pashtun; y (3) el Acuerdo de Kabul, visto como el bando de electores más volátil, formado por liberales e izquierdistas. Con el 27% de mujeres en el nuevo organismo, sería tener poca visión de futuro el no mencionar que ellas también pueden jugar un importante papel si son capaces de organizarse dentro de un comité.
Sin embargo, esta construcción de coaliciones enfrenta retos reales. Primero, porque cada miembro electo que contendió en forma particular (en lugar de hacerlo como parte de un partido), no guarda las lealtades que pueden verse en uno que se encuentra en un parlamento tradicional. Segundo, la mayoría de los legisladores no están familiarizados con el funcionamiento de la Asamblea Nacional. Necesitan capacitación sobre sus funciones individuales, así como de los procedimientos de la misma. Adicionalmente, se debe capacitar al personal del servicio civil para evitar improvisaciones. Estas son sólo dos de las razones por las que existe un peligro real de que la Cámara Baja no sea capaz de enfrentarse al ejecutivo en cualquier forma significativa.
Con respecto a si los candidatos serán capaces de entregar resultados a sus electores, es probable que haya un elevado margen de decepción en este frente. Algunos candidatos prometen construir carreteras o escuelas, o llevar electricidad a comunidades locales. Otras campañas promueven el desarme de grupos armados y la lucha contra la corrupción. Sin embargo, estas prioridades requerirán de tiempo, dinero y de un miembro que pueda entregar financiamiento a sus comunidades locales. Ya que el gobierno permanece severamente limitado de recursos, estos retos no son menores. Dada esta situación, y el hecho de que cierto número de candidatos financiaron sus campañas a través de ingresos por la venta de opio, la posibilidad de que los nuevos miembros de la Asamblea Nacional acudan a prácticas de corrupción o al comercio ilícito de estupefacientes es real. Los ingresos por estupefacientes en Afganistán representan casi seis veces el presupuesto del gobierno y —en este país descentralizado— no nos quedamos cortos al decir que los estupefacientes son la primera fuente de ingresos a nivel local y continuarán siéndolo.
Concejos provinciales
Los firmantes del Acuerdo de Bonn han previsto que las elecciones distritales podrían llevarse a cabo al mismo tiempo que las elecciones provinciales y nacionales. En correspondencia, contaban con que la Cámara Alta de la Asamblea Nacional (Meshrano Jirga) pudiera integrarse por representantes elegidos por los concejos provinciales, concejos distritales y el presidente (a razón de 1/3 cada quien). Sin embargo, los problemas logísticos evitaron que estas elecciones tuvieran verificativo. Después de cierto debate, el Gabinete decidió, tras consultar con la Corte Suprema, que en lugar de convenir una Cámara Alta, 2/3 de sus escaños podrían ser ocupados por representantes de los concejos provinciales hasta que las elecciones de los concejos distritales tuvieran verificativo.
El papel de los concejos provinciales sólo está vagamente definido en la Constitución Afgana, la que establece que deben “tomar parte en garantizar el desarrollo de los objetivos del estado en el mejoramiento de sus asuntos tal y como lo establece la ley” y brindar “asesoría sobre aspectos importantes que caen dentro del ámbito de cada provincia”. En el corto plazo, sin embargo, tienen poco qué hacer aparte de seleccionar a los representantes para ocupar un escaño en la Cámara Alta, con el peligro latente de que estos consejos sean organismos desdentados (toothless bodies) de poca importancia —particularmente ya que no recibirán la misma atención, financiamiento y capacitación que la Asamblea Nacional para promover sus facultades. En conclusión, la Cámara Alta, la Cámara Baja y los concejos provinciales tienen enfrente un difícil camino. Las expectativas de estos organismos deben tomarse con calma pues, después de las elecciones posteriores al conflicto, a las nuevas legislaturas les tomará tiempo convertirse en instituciones completamente funcionales. Él éxito de esta historia radica en que los Afganos una vez más lograron sorprender a la comunidad internacional. Sin embargo, la carrera del año pasado hacia las elecciones, y la victoria que representa, no debe ser una señal para aquellos que han apoyado a este destrozado país a venir desde muy lejos para ahora poner su atención en la siguiente “zona caliente”. Afganistán continuará necesitando de la ayuda y experiencia internacional para concluir su maratón hacia la democracia, la prosperidad y la estabilidad.