Partidos y Candidatos —
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Los Partidos Políticos y el Proceso Electoral

Ya que los paridos políticos se organizan primordialmente para competir en el proceso electoral, teóricamente no tendrían como uno de sus objetivos el de cumplir función alguna en la organización de las elecciones. Más aún, existe una diferencia básica entre los partidos -que son contendientes en las elecciones- y los organismos de administración electoral.

Es importante evitar un conflicto de intereses entre los regulados (los partidos y candidatos) y los reguladores (los organismos electorales); por lo tanto, es extremadamente importante para los partidos políticos desarrollar un compromiso con y generar confianza en la transparencia y equidad de las elecciones La transparencia, la confianza y la eficiencia (por lo tanto, la legitimidad y una conducta apropiada de las elecciones) son más fáciles de alcanzar cuando los partidos están presentes en todas las etapas del proceso que cuando la conducción de las elecciones es dejada en manos de los organismos electorales con muy poco o ningún contacto con los partidos políticos. Más importante, los partidos políticos deben conocer todos lo aspectos de las políticas y procesos que los afectan directa o indirectamente y deben intervenir en el proceso de decisión.

Existen cinco mecanismos importantes para la inclusión de representantes de partidos o candidatos en el proceso electoral, ya sea en las democracias bien establecidos o en las nuevas democracias.

     

     

  • El primero es la participación multipartidista en la redacción o en la revisión de la legislación electoral.
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  • Una segunda opción es la inclusión de los representantes de partido como miembros del organismo electoral, ya sea de tiempo completo, como observadores que no votan o como participantes en las reuniones de la comisión electoral.
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  • Un tercer método, menos común, consiste en la intervención de los partidos en la conducción efectiva de las elecciones, ya sea como miembros del staff del un organismo electoral (oficiales de mesa de votación) o como responsables de actividades específicos del proceso (registro o educación electoral).
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  • Más común es la invitación a partidos y candidatos para nominar a sus representantes a fin de observar y monitorear el proceso electoral; especialmente en funciones clave tales como el registro, la votación o el conteo.
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  • El quinto, un método altamente recomendado de inclusión, consiste en la formación de un comité 'consultivo' integrado por todos los candidatos y partidos que sesione periódicamente (una vez a la semana, por ejemplo) para examinar o sugerir acciones relacionadas con la conducción de las elecciones.

 

Es una práctica común involucrar a los partidos tanto en los procesos de preparación como de reforma de la legislación electoral -ya sea a través de consultas con los partidos opositores o de la inclusión de prominentes legisladores opositores en los comités correspondientes. De igual forma, los partidos son frecuentemente incluidos en comités relativos a casos sensibles de distritación electoral.

La inclusión deliberada de representantes partidistas en el proceso electoral es particularmente útil como un freno o contrapeso cuando las estructuras administrativas existentes (burocracia) que controlan buena parte de los recursos e infraestructura necesarias para la organización de elecciones, son percibidas como inclinadas en favor del partido en el gobierno. La participación partidista en el proceso electoral a nivel de toma de decisiones o con carácter consultivo, también pude ser deseable cuando se introducen innovaciones electorales controversiales, como las relativas al financiamiento de campañas, por ejemplo. En ambos casos, la transparencia y la inclusión en una etapa inicial puede ayudar a que los partidos acepten los resultados de las elecciones y las decisiones adoptadas por los organismos electorales.

Esto contrasta con la práctica de países con una larga historia democrática, donde la tendencia dominante consiste en el enfoque "administrativo" de la organización de las elecciones, la cual refleja la confianza en el no-partidismo de las autoridades electorales y una reducida percepción de amenaza de fraudes electorales.

Los partidos son frecuentemente percibidos como los más agudos "policías electorales" porque tienen un gran interés en asegurar que sus oponentes no hagan trampa. Al mismo tiempo, los partidos políticos no siempre pueden ser confiables en la denuncia de la mala actuación de sus rivales. Por ejemplo, en Gran Bretaña se ha encontrado que un partido político ha estado aliado con otro para rebasar los límites de gastos de campaña y ambos habían acordado no presentar queja alguna respecto al otro a fin de evadir una investigación y posible procesamiento judicial.

En el mejor de los casos, una reducción en los costos generales del proceso electoral podría ser un beneficio colateral de la inclusión de los partidos políticos en el proceso. Si los partidos tienen confianza en la legitimidad de las elecciones, debido a su propio involucramiento en el proceso, esto puede reducir la necesidad de introducir otros procedimientos más complicados y costosos, como la impresión de las papeletas en papel seguridad o la aplicación de medidas adicionales de seguridad en el transporte y custodia de los materiales electorales. Por otro lado, algunas veces un intenso involucramiento de los partidos tiene el efecto contrario, que se traduce en la demanda de medidas más estrictas dada la creencia de que los otros partidos tomarán una ventaja indebida de su conocimiento del proceso.

Un ejemplo de cómo la inclusión de partidos y candidatos como interesados, monitores, y defensores -y no únicamente como contendientes-, ayudó a asegurar la estabilidad se demostró en las elecciones de Mozambique de 1994. Los representantes de los partidos fueron incluidos en cada aspecto de la organización de las elecciones. Actuaron como miembros de la comisión electoral, de la secretaria encargada de organizar las elecciones y como monitores (observadores) de cada etapa del proceso electoral.

La inclusión se llevó a cabo no solo a nivel nacional sino también a nivel de las comisiones provinciales y distritales (toma de decisión) y de los secretariados técnicos (ejecución). Si bien la deliberación sobre casi todos los asuntos hizo que el proceso de la toma de decisiones fuera muy complejo (y quizá también más costoso), con una participación tan amplia los partidos tuvieron al final muy pocos argumentos para cuestionar los resultados de las elecciones.

En contraste, en un contexto similar en las elecciones de Angola en 1992, la inclusión de los partidos fue menos extensa. Mientras el gobernante MPLA, el opositor UNITA y otros partidos de oposición estuvieron representados en la comisión electoral, se criticó fuertemente la organización de las elecciones, manejadas por estructuras identificadas como muy cercanas al partido del gobierno. Cuando los resultados favorecieron al partido del gobierno, la oposición denuncio que las elecciones estuvieron amañadas. Finalmente, los partidos se retiraron de las elecciones y la guerra volvió al país.

Ya sea formalmente o de facto, es crucial que los partidos políticos estén presentes a lo largo de todo el proceso, incluyendo el registro de los votantes, la integración de las listas de votación, el desempeño de los organismos electorales, los lugares de votación y el conteo de las papeletas. Los partidos políticos son importantes co-responsables en cualquier elección, y están completamente facultados para conocer y ayudar en la preparación de las condiciones bajo las cuales se llevará a cabo la contienda.

Si los partidos no desempeñan papel alguno de la instrumentación de las elecciones, es muy recomendable entonces celebrar reuniones periódicas con los representantes partidistas que pueden contribuir significativamente a generar confianza. Esto se vuelve particularmente importante cuando se hacen cambios de último minuto, independientemente de que tan justificados sean (por ejemplo, la adición tardía de centros o mesas de votación, alteraciones a la lista de votantes o la revisión de la distritación). En algunos países como Namibia, esta práctica es obligatoria.

Es la aceptación de las condiciones y de los resultados electorales por parte de los partidos, lo que constituye el examen definitivo sobre las bondades, calidad y legitimidad de las elecciones.