Negociar con los gobiernos de los países anfitriones es uno de los principales retos para la instrumentación de los sistemas de voto en el extranjero. Las decisiones concernientes al voto en el extranjero, incluyendo el papel y las responsabilidades de los países anfitriones, a menudo se formulan precipitadamente bajo agendas muy apretadas. Además hay poca claridad en la comunidad internacional respecto a quién tiene el mandato de promover, facilitar y evaluar el voto en el extranjero. No existen políticas, prácticas o estándares consistentes para guiar a los gobiernos anfitriones en el tema de las actividades electorales de extranjeros en su territorio, mucho menos sobre las responsabilidades de los gobiernos anfitriones. Los procesos elegidos se han basado en una variedad de precedentes, relaciones y oportunidades ad hoc.
Los países anfitriones del voto en el extranjero pueden seleccionarse a partir de ciertos criterios, incluyendo la historia de sus relaciones en los planos bilateral, regional o internacional. Otros criterios pueden ser la disponibilidad de recursos, la existencia de infraestructura de apoyo y los costos previstos. Pero quizá lo más importante sería el número estimado de electores potenciales que albergan. Los países anfitriones han alojado electores de una amplia gama de ciudadanos extranjeros, desde refugiados de un país vecino o un conflicto regional, hasta miembros de diásporas y traba jadores extranjeros. Los países anfitriones varían en tamaño, cultura, lengua e infraestructura, así como en su nivel de desarrollo, forma de gobierno, relaciones con el extranjero, estándares de derechos humanos y grado de democratización.
A pesar de estas diferencias, los gobiernos anfitriones a menudo comparten las mismas preocupaciones sobre seguridad, estabilidad y soberanía. Cada una de estas preocupaciones contribuye a que los gobiernos anfitriones se resistan a la idea de que otro país lleve a cabo actividades políticas en su territorio. Los estados generalmente demuestran una mayor disposición cuando existe alguna motivación, como la promoción y presión internacionales, el apoyo a alguna causa política de los electores que albergan, o la simpatía con algún grupo religioso o étnico en particular (Newland 2001). Aunque en ocasiones estas afinidades pueden ser motivaciones positivas, la mayoría de las veces este “bagaje” político dificulta la realización universal del derecho a la participación política, amenazando la consolidación de la democracia y, en última instancia, la paz y seguridad internacionales.
Cuando los electores extranjeros conforman grupos de refugiados, su estatus bajo la protección internacional, ordena la participación de los gobiernos anfitriones en los procesos de promoción, organización y toma de decisiones. Sin embargo, los intereses nacionales de estos gobiernos, particularmente en contextos regionales complejos, a menudo influyen en su participación y el grado de apoyo internacional para el voto en el extranjero.
Las relaciones y negociaciones internacionales generalmente se encuentran fuera de las responsabilidades de los organismos electorales y exceden sus capacidades. Es por ello que para negociar acuerdos sobre el voto en el extranjero con los países anfitriones, los países generalmente utilizan a sus misiones diplomáticas. En Estonia e Indonesia, por ejemplo, los respectivos ministros de relaciones exteriores no sólo negocian los acuerdos con los países anfitriones sino que son responsables de la coordinación de los programas de voto en el extranjero.
Algunos gobiernos se han rehusado a permitir actividades electorales extranjeras dentro de sus fronteras. Suiza, por ejemplo, no permitió a los extranjeros votar dentro de su territorio en elecciones de sus países de origen hasta 1989. Los gobiernos que albergaron refugiados liberianos (1997, 2005) y camboyanos (1993) no permitieron actividades electorales, forzando a los refugiados a volver a su país si querían ejercer su derecho político de participación y amenazando así la credibilidad del proceso electoral y la sustentabilidad de la paz. En el caso de Bosnia y Herzegovina (1996), algunos países europeos se rehusaron a permitir el voto en el extranjero en su territorio, por lo que en ellos el registro y la votación se llevaron a cabo por correo exclusivamente.
De los países que no han permitido actividades electorales de otros países en su territorio, algunos tienen ciertas leyes que impide esa actividad, mientras otros se han rehusado por razones que comprenden desde cuestiones de soberanía hasta de seguridad y política. Cuando un país anfitrión se rehúsa a que se lleven a cabo actividades electorales de otros países en su territorio, la causa principal suele ser el temor de una violación a su soberanía. Hoy en día, muchos especialistas están reformulando el concepto de soberanía sobre una base que ya no tiene tanto que ver con el territorio como con fundamentos morales relativos a los derechos y obligaciones de un grupo o población que puede trascender fronteras geográficas determinadas. Esa concepción moral de la soberanía, que no se basa en lo territorial, sugiere que el voto en el extranjero no es una violación a la soberanía de los países anfitriones sino un medio del país de origen para cumplir cabalmente el derecho de soberanía de su gente, a través de la extensión del derecho de participación política a todos los ciudadanos, en donde quiera que estos residan.
Canadá es uno de los países que permiten el voto de extranjeros dentro de sus fronteras pero únicamente por correo o dentro de las respectivas representaciones consulares y embajadas. Sin embargo, en el caso de Iraq, dada la falta de misiones diplomáticas, las limitaciones de tiempo, el apoyo total de Canadá a la democratización de Iraq y (supuestamente) la considerable presión internacional, Canadá hizo una excepción para que en las elecciones de enero de 2005 para la Asamblea Nacional iraquí se permitiera el voto en el extranjero en ciertos lugares dentro de su territorio. No obstante, otras políticas canadienses, como la prohibición de realizar campañas, siguieron vigentes.