El sistema electoral de Nueva Zelandia solía ser considerado
como un ejemplo clásico de mayoría simple (MS); sin embargo, después de dos referéndums
celebrados a principios de la década de los 90 adoptó un sistema de
representación proporcional personalizada (RPP) para elegir su Parlamento
unicameral conformado por 120 miembros. Hasta
finales de 2004, se habían celebrado tres elecciones generales bajo este
nuevo sistema.
¿Por qué cambió Nueva Zelandia su sistema electoral?, ¿qué
motivó al país a efectuar cambios tan marcadamente inusuales para una
democracia establecida, particularmente para una de herencia anglosajona?
Para empezar, el sistema de mayoría simple produjo
resultados muy distorsionados en 1978 y 1981. En ambas ocasiones el Partido
Nacional conservó el poder al obtener la mayoría absoluta de los escaños en la
Cámara de Representantes a pesar de haber recibido una menor cantidad de votos
a nivel nacional que el opositor Partido Laborista. Además, en ambas elecciones ocurrió que la
tercera fuerza partidista del país, Crédito Social, obtuvo un buen porcentaje
de votos que no se vio compensado con escaños (en 1978 sólo consiguió un escaño
con 16% de los votos y en 1981 dos escaños con 21% de la votación, sobre un
total de 92 escaños que en ese entonces integraban el Parlamento). El
descontento provocado por estos resultados orilló al gobierno laborista,
elegido a mediados de 1984, a establecer una Comisión Real sobre el Sistema
Electoral. En su informe de 1986, “Hacia una Mejor Democracia”, la Comisión
recomendó la adopción de un sistema de votación similar al utilizado en
Alemania. La Comisión argumentó enfáticamente que sobre la base de un conjunto
de 10 criterios que había establecido para juzgar los distintos sistemas de
votación, el de RPP era preferible a todos los demás.

Ninguno de los grandes partidos de Nueva Zelandia estuvieron
a favor de la propuesta y el asunto hubiera quedado olvidado de no ser por un
manifiesto planteado por el Partido Nacional para la elección de 1990 en el que
prometió la celebración de un referéndum en la materia. En un referéndum
inicial, celebrado en 1992, cerca de 85% de los electores optaron por “un
cambio en el sistema electoral”; 14 meses más tarde se adoptó el nuevo sistema
después de la celebración de un segundo referéndum en donde 54% de los votos
favorecieron la implantación del sistema de RPP (mientras que 46% votó por
mantener el sistema de mayoría simple).
Igual que en Alemania, para las elecciones parlamentarias
los electores cuentan con dos votos: uno para votar por un partido político
(llamado voto por partido) en un solo distrito pluripersonal a nivel nacional,
y otro para votar por un candidato en un distrito uninominal. Tomando en cuenta
que los representantes para los distritos uninominales (llamados electorados)
son elegidos por un sistema de mayoría simple, el porcentaje global de escaños
que le corresponde a cada partido político se determina en función de los votos
que haya recibido sobre el total nacional. Si un partido obtiene 25% de los
votos por partido, tendrá derecho a recibir aproximadamente una cuarta parte de
los 120 escaños que integran el Parlamento, esto es, alrededor de 30 escaños.
Si un partido tiene derecho a 30 escaños y ha obtenido 23 en distritos
uninominales, los otros siete se les adjudicarán a los candidatos de su lista
nacional que no hayan sido elegidos en distritos uninominales y de acuerdo al
orden en que aparezcan en la lista. De igual forma, si un partido tiene derecho
a 30 escaños pero sólo obtiene 11 en distritos uninominales, recibirá otros 19
escaños de su lista nacional.
El sistema neozelandés de RPP cuenta con dos umbrales. Para
obtener escaños sobre la base del voto partidista, un partido debe alcanzar por
lo menos 5% del total de los votos emitidos en una elección general o bien
ganar al menos un escaño de mayoría simple. En la elección general de 1996,
cinco partidos superaron el umbral de 5% y otro ganó un distrito uninominal,
pero sin alcanzar el umbral de 5%. Tres años más tarde, nuevamente fueron cinco
los partidos que superaron el umbral de 5% de la votación total. Otros dos
partidos no alcanzaron el umbral, pero sí ganaron distritos uninominales, lo
que permitió que uno de ellos obtuviera otros cuatro escaños en el parlamento
(había obtenido 4.3% de la votación emitida). En la elección general de 2002,
seis partidos lograron vencer la valla de 5% y un séptimo partido obtuvo un
escaño uninominal que le permitió conseguir un escaño adicional en el
Parlamento mediante su lista de partido.
Estas cifras indican un cambio significativo provocado por
la introducción del sistema de RPP. Establecido, al menos en parte, para
asegurar la “equidad entre los partidos políticos”, el nuevo sistema de
votación ha visto disminuir drásticamente el índice de desproporcionalidad de
un promedio de 11% en las 17 elecciones por mayoría simple efectuadas entre
1946 y 1993, a uno de 3% en las primeras tres elecciones celebradas bajo el
sistema de RPP. Cada una de las elecciones celebradas por el principio de
mayoría simple desde 1935 hasta 1993 originó que uno de los dos grandes
partidos nacionales, el Laborista o el Nacional, obtuviera la mayoría absoluta
en la Cámara de Representantes. Una de las consecuencias del sistema de RPP ha
sido que, en las tres elecciones realizadas a la fecha, ningún partido en lo
individual haya obtenido más de la mitad de los escaños en el Parlamento. En 1996,
el partido con más fuerza obtuvo 44 de los 120 escaños; en 1999, 49 escaños y
en 2002, 52 escaños.
Por lo tanto, no es de sorprender que Nueva Zelandia haya
pasado de ser un país acostumbrado a gobiernos de mayoría, a uno gobernado por
coaliciones. Después de la primera elección con el sistema de RPP, dos partidos
formaron una coalición de gobierno que alcanzó una apretada mayoría (61 de los
120 escaños) en el Parlamento. Desde que se desintegró esa coalición en agosto
de 1998, Nueva Zelandia ha tenido gobiernos de coalición minoritarios que han
tenido que apoyarse en acuerdos formales o informales (negociados con otros
partidos, o incluso, con parlamentarios independientes) para asegurarse que sus
proyectos legislativos cuenten con el respaldo necesario para su aprobación.
Otro de los criterios utilizados por la Comisión Real sobre
el Sistema Electoral fue el de un “gobierno efectivo”. La Comisión apuntó que
el sistema electoral debería “permitir a los
gobiernos (...) cumplir sus responsabilidades. Los gobiernos deben tener
la capacidad de actuar decididamente cuando es necesario.” En este sentido,
vale la pena enfatizar que los gobiernos de RPP en Nueva Zelandia han tenido
pocos problemas para gobernar: se han aprobado los presupuestos de todos ellos
sin mayor dificultad y ninguno ha enfrentado la posibilidad de perder una
votación donde esté en juego la confianza del Parlamento. Al mismo tiempo, el
Parlamento ha cumplido con otro de los criterios establecidos por la Comisión
Real: ha incrementado su efectividad. Los gobiernos ya no pueden contar con
mayorías en los comités parlamentarios (y, por cierto, pocas veces lo tienen)
por lo que existe un proceso de consulta y negociación mucho más amplio e
intenso entre los representantes del gobierno y de los partidos de oposición en
el Parlamento.
La Comisión Real sobre el Sistema Electoral también previó
que bajo el sistema de RPP el Parlamento podría representar de manera más
efectiva a los maoríes (minoría indígena de la Polinesia en Nueva Zelandia) y a
otros grupos de especial interés como las mujeres, las comunidades asiáticas y
los isleños, lo que efectivamente ha ocurrido. En el último Parlamento elegido
por el sistema de mayoría simple, los parlamentarios maoríes representaron 7%
del total. En la actualidad, constituyen 16%. La proporción de mujeres ha
crecido de 21% en 1991 a un promedio de 29% en las tres primeras elecciones con
el sistema de RPP. Durante el periodo comprendido entre 1993 y 2002, la
proporción de parlamentarios de las islas del Pacífico pasó de 1% a 3% y la de
asiáticos de 0% a 2%.
Desde un punto de vista político, nunca es fácil deshacerse
de un sistema de votación que ha perdurado por mucho tiempo, ni convencer del
cambio a quienes manejan intereses profundamente arraigados o a los políticos
en el poder. Los principales especialistas en la materia han advertido que no
es nada recomendable emprender reformas sustanciales al sistema electoral con
ligereza. Sin embargo, existe una creciente evidencia de que los parlamentarios
neozelandeses, y el público en general, están aprendiendo a vivir con la
representación proporcional, aunque no necesariamente a quererla. Parece
factible que las reformas adoptadas en Nueva Zelandia a principios de la década
de los noventa e instrumentadas a partir de 1996 van a perdurar por un buen tiempo.