Después de analizar con algún detalle el proceso de cambio, resultan necesarias algunas palabras de advertencia con relación a los efectos que estos tendrán en el futuro inmediato. En virtud de que los sistemas electorales comportan tanto efectos psicológicos como mecánicos, puede ser que los efectos de mayor alcance provocados por los cambios tomen algún tiempo para materializarse. Puede ocurrir que a los partidos, a los candidatos y a los electores les tome dos e incluso hasta tres procesos electorales percatarse y responder plenamente tanto a los aciertos como a los defectos derivados de determinados cambios. La tendencia a modelar sistemas mixtos puede acentuar este proceso, en la medida en que los efectos de incentivos combinados pueden parecer menos claros para los candidatos y los electores.
Puede tornarse necesario un juicio fundado para determinar si los problemas mostrados por un sistema electoral nuevo o recién modificado son simplemente pasajeros o en realidad exhiben fallas fundamentales que requieren de ajuste o reemplazo inmediato. Como ha ocurrido en Fiji, en donde los golpes de Estado de los años 2000 y 2006 volvieron a traer a debate la importancia de las cuestiones étnicas en la política. El sistema de voto alternativo utilizado trajo más división de la esperada a una sociedad tan dividida como la fiyiana, por lo que para las elecciones de septiembre de 2014, se optó por un sistema de representación proporcional —con un solo distrito— con la intención de fomentar la participación de más partidos políticos y lograr mayor estabilidad.