Papúa Nueva Guinea (PNG), país ubicado en el
Pacífico Sur, ha utilizado dos sistemas electorales: el de voto alternativo
(VA) de 1964 a 1975, cuando era territorio australiano, y el de mayoría simple
(MS) de 1975 a 2002. Desde entonces ha optado de nueva cuenta por el voto
alternativo.
Su experiencia es interesante por varias
razones: primera, porque Papúa es uno de los pocos países en desarrollo con un
registro ininterrumpido de elecciones competitivas y cambios pacíficos de
gobierno; segunda, porque el cambio de un sistema electoral a otro ha provocado
una serie de consecuencias inesperadas que ilustran los distintos efectos que
pueden generar dos sistemas electorales aparentemente similares y ; tercera,
porque es uno de los pocos países que han adoptado, abandonado y de nueva
cuenta recuperado un sistema electoral en particular.
Papúa Nueva Guinea heredó el sistema de VA de
Australia y lo utilizó en las elecciones de 1964, 1968 y 1972; sin embargo, a
diferencia de la sociedad australiana, la de Papúa está muy fragmentada
étnicamente, ya que comprende miles de clanes y tribus que hablan más de 850
lenguas distintas.
Su experiencia avala la tesis de que el sistema
de VA puede promover la búsqueda de acuerdos y el comportamiento moderado de
las distintas etnias en sociedades profundamente divididas porque no sólo le
permite a los electores votar por su candidato preferido, sino además expresar
otras preferencias. Debido a la naturaleza de la sociedad de PNG, bajo el
sistema de VA la mayoría de los electores daban su primera preferencia a un
candidato de su propio clan o “de casa”; sin embargo, en muchos distritos esto
no era suficiente para que un candidato obtuviera la mayoría absoluta de los
votos; por lo que también requerían de la segunda preferencia de otros grupos.
A fin de obtener la mayoría absoluta, los candidatos tenían que “venderse”
entre otros clanes como una mejor “segunda opción”, lo que en general implicaba
candidatos atentos a los intereses de otros grupos y no sólo a los de su propio
grupo. También implicaba que aquellos candidatos que formaban alianzas o unían
sus esfuerzos tuvieran mayores posibilidades de éxito que aquellos que
intentaban ganar un escaño apoyándose tan sólo en su propia base electoral.
Esto les brindó a muchos candidatos un incentivo
para buscar arreglos y acomodos con otros clanes. La lógica del sistema también
aseguraba que los candidatos ganadores contarían con el apoyo de una mayoría
absoluta de los electores. En un buen número de casos, el candidato ganador no
era aquel que contaba con el “bloque” más numeroso de simpatizantes, sino aquel
que podía construir acuerdos entre diversos grupos.
Pensando que podría haber un sistema más
sencillo que tuviera efectos similares a los de VA, PNG cambió con su
independencia, en 1975, a un sistema electoral de mayoría simple en distritos
uninominales; sin embargo, los muy distintos incentivos brindados por el nuevo
sistema propiciaron resultados totalmente diferentes a los esperados. En virtud
de que los candidatos ya no necesitaban una mayoría absoluta de los votos
emitidos para ganar, sino sólo un mayor número de votos que los demás, el
triunfo generalmente le correspondía de manera directa al candidato del clan
más numeroso. No había incentivos para cooperar con los demás. La violencia
electoral se incrementó debido a que al grueso de los candidatos le convenía
más impedir el voto de los simpatizantes de sus contrincantes que hacer campaña
para conseguir sus segundas preferencias, tal como lo hacían bajo el sistema de
VA. Además, como había muchos clanes tratando de ganar el escaño en disputa,
los candidatos aprendieron que podían ganar con un apoyo muy limitado.
En las elecciones de 2002, más de la mitad de
los miembros del Parlamento fueron elegidos con menos de 20% de los votos emitidos.
Algunos candidatos ganaron incluso con 5% de los votos. En un ciclo electoral
cada vez más dominado por preocupaciones relacionadas con la corrupción, el
poder y el dinero en la política, se motivó el uso de un amplio espectro de
tácticas de campaña “negativas”, como la de alentar la postulación de
candidatos rivales de un mismo clan para “dividir” su base electoral. Esto
intensificó las presiones para volver al sistema de VA. En 2003, el Parlamento
reintrodujo lo que se ha llamado ahora voto preferencial “limitado” para las
elecciones subsecuentes, con el que a los electores se les exige marcar un
mínimo de tres preferencias.
El caso de Papúa Nueva Guinea ilustra claramente
qué tan dependiente es de la estructura social el conocimiento convencionalmente
aceptado sobre un sistema electoral. A pesar de contar con un sistema electoral
de mayoría simple, PNG tenía un sistema de partidos muy fluido, basado más en
individuos que en ideologías. Bajo el sistema de mayoría simple, todos los
gobiernos se basaron en coaliciones débiles, que algunas veces se modificaban
tanto al interior del Parlamento como en las elecciones. El sistema de distritos uninominales propició
altos niveles de rotación de los políticos de una elección a otra, ya que los
miembros del Parlamento no podían estar al mismo tiempo en la capital del país
para asistir a las sesiones parlamentarias y en sus distritos para tener una
visibilidad continua.
En consecuencia, se desarrolló un fuerte sentido
de rendición de cuentas por parte de muchos parlamentarios frente a su
electorado, ya que sin esa relación sus posibilidades de reelección se diluían
fácilmente. Esto se combinaba con una fuerte percepción entre los electores de
que la función de sus representantes en el Parlamento es la de repartir
beneficios directos a la comunidad, basando esta percepción en una tradición
local según la cual un “gran hombre” es aquel que se asegura de compartir su
riqueza y su buena fortuna con la comunidad. Tal y como un parlamentario
memorablemente lo expresó: “Cuando la gente me elige para el Parlamento,
piensan que soy el dueño del Banco de Papúa Nueva Guinea”.
Bajo el sistema de VA, este sentido de
responsabilidad tiende a difundirse entre distintos grupos, contribuyendo así a
atemperar conflictos interétnicos. Sin embargo, esto es en sí mismo un reflejo
de la extrema fragmentación de la sociedad del país.