Es responsabilidad de los reformadores no sólo comprender el procedimiento legal, los argumentos técnicos y las potenciales implicaciones de una reforma, sino además comprender y ser capaces de explicar los argumentos políticos y las implicaciones para el andamiaje político del país. Voces procedentes de la sociedad civil, de la academia y de los medios de comunicación pueden contribuir a desarrollar entre la opinión pública la percepción de que el cambio es necesario. Sin embargo, un número importante de las personas que están en el poder también requieren ser convencidas de los beneficios que la reforma traerá consigo, incluso para ellos mismos.
A pesar del creciente interés en los sistemas electorales, el número de personas, tanto en los círculos de poder como en la sociedad en general, que entienden el potencial impacto de los cambios, puede ser muy limitado. Esta situación se complica aún más por el hecho de que la operación de los sistemas electorales puede depender de manera considerable de cuestiones aparentemente insignificantes. Puede ser necesario que los reformadores no sólo trabajen arduamente y tengan que explicar los aspectos legales que serán necesarios para instrumentar un cambio, sino también que tengan que hacer proyecciones y simulaciones técnicas (con frecuencia utilizando datos de elecciones previas) para mostrar, por ejemplo, las implicaciones de las reformas propuestas en la delimitación de los distritos electorales o el potencial impacto en la representación de los partidos políticos. Los ejercicios de simulación técnica también se pueden utilizar para asegurar que todas las eventuales contingencias estén previstas, así como para evaluar resultados imprevistos: es mejor dar respuesta a las interrogantes que surgen mientras se está promoviendo el cambio que en medio de una crisis posterior.
Desde luego, no se pueden conocer por anticipado todos los efectos de un nuevo sistema electoral. Inclusive, el diseño de un sistema electoral del que no se sabe cuáles serán los resultados de su aplicación en términos de votos emitidos y de distribución de escaños puede ser útil cuando se trata de encontrar alguno que se considere como el más justo o equitativo para todos los contendientes.
Sin embargo, siempre es conveniente que se conozca y entienda por anticipado el mayor número de detalles sobre los aspectos técnicos y los efectos mecánicos de un sistema antes de cualquier cambio. El diseño de programas que promuevan la participación de los electores, por ejemplo, invitar a miembros del público a tomar parte en simulacros electorales en los que se utilice el nuevo sistema, pueden despertar la atención de los medios de comunicación e incrementar el conocimiento sobre las propuestas de cambio. Asimismo, la experiencia comparada puede brindar elementos importantes para el análisis e instrumentación de nuevas variantes en los sistemas electorales. Observar lo que sucede en la región o en el mundo entero, puede dar ideas sobre la manera en la que han funcionado los sistemas electorales bajo ciertas circunstancias político-sociales de naturaleza similar al caso en cuestión. Y si bien éstas nunca son iguales a las que prevalecen al interior de un determinado país, sí se pueden utilizar como base para hacer un análisis más consciente que eventualmente permita instrumentar acciones de mejora a partir del estudio de otras experiencias. De igual manera, a través de estos mecanismos también se puede ayudar a identificar y resolver los problemas potenciales que puede generar la adopción de un nuevo sistema electoral, por ejemplo, las dificultades del elector para manejar las papeletas de votación.