Los ciudadanos, de manera individual, son la primera línea de defensa
para conseguir elecciones libres y justas. Un elector bien informado que hace
observaciones agudas y plantea las preguntas adecuadas puede exponer, detener o
disuadir un problema de integridad. Incluso uno que no está bien informado,
pero que cuestiona algo que no parece correcto o apropiado, puede ser un
mecanismo de integridad efectivo. Un elector puede desafiar acciones injustas o
arbitrarias al enviar cartas a la prensa o presentando una queja ciudadana
(cuando se permitan, en ocasiones se requiere un cierto número de demandantes) ante
el organismo electoral o una instancia jurisdiccional.
En el día de la elección, los electores pueden pasar de 20 a 45 minutos
en los centros de votación; buscando sus nombres en la lista de electores,
haciendo fila, y llenando y depositando sus papeletas. En algunos casos pueden pasar más
tiempo, dependiendo de la cantidad de gente que haya en la mesa de votación y
la complejidad del proceso de votación (por ejemplo, el número de candidatos,
la complejidad y cantidad de las papeletas para votar). Mientras se encuentran al
interior del sitio de votación, los votantes pueden proteger sus propios intereses
y el de sus conciudadanos, supervisando el proceso electoral y reportando las
irregularidades. También pueden obtener una valiosa noción del ambiente que
prevalece en el lugar de votación y en las áreas circundantes.
Varios grupos de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales alientan
a los electores a proteger la integridad del proceso electoral mediante el
registro de sus observaciones para que sean reportadas a las autoridades
electorales y a los observadores habituales.