Una forma de asegurar que un presidente tenga el apoyo de amplios segmentos del electorado consiste en introducir un requisito de distribución, el cual funciona como otra valla que tiene que ser librada antes de que un candidato sea declarado electo. En las elecciones de Nigeria de 1993, los candidatos presidenciales tenían que ganar no sólo la mayoría de los votos, sino además asegurar  al  menos un tercio de los votos en al menos las dos tercera partes de las 31 provincias. Para ser elegido presidente en  Kenia, un candidato tenía que recibir por lo menos 25% del voto de al menos 5 de las 8 provincias. A pesar de esto, en 1992 una oposición dividida le permitió a Daniel Arap Moi convertirse en presidente con sólo 35% de la votación.
Los requisitos de distribución reportan el  beneficio de estimular a los candidatos presidenciales a hacer llamados mas allá de sus bases regionales o étnicas  y, si son utilizados apropiadamente, pueden funcionar muy bien. Sin embargo, imponer requisitos muy estrictos pueden provocar que ningún candidato resulte elegido, creando un vacío de poder  con  los riesgos de inestabilidad que ello comporta. Y si ningún candidato satisface todos  los requisitos en la primera consulta, probablemente nadie será capaz de lograrlo en una segunda ocasión.