Como sucede en las elecciones parlamentarias, una forma de evitar que los candidatos sean elegidos por una pequeña proporción del voto popular consiste en realizar una segunda ronda electoral si ningún candidato consigue una mayoría absoluta en la primera. Esto se puede llevar a cabo de las siguientes maneras
- Entre los dos candidatos más votados (mayoría absoluta), o
- Entre más de dos candidatos (mayoría relativa), tal como describió en la sección inicial del sistema DV (ver Doble Ronda ).
Francia, muchos países de América Latina y varios estados de la Africa francófona como Malí y Costa de Marfil, usan este sistema para elegir a sus presidentes; de hecho, es mayor el número de países que elige a su presidente usando este sistema que el de pluralidad o mayoría relativa. En Africa, la doble vuelta se aplica en Sierra Leona, Namibia, Mozambique, Madagascar, Congo y la República Central Africana; en Europa lo hacen Finlandia, Austria, Bulgaria, Portugal, Polonia, Rusia y Ucrania.
Existen, sin embargo, algunas variantes o adaptaciones especiales a las reglas convencionales de la segunda vuelta. En Costa Rica, por ejemplo, un candidato puede ganar en la primera ronda si obtiene el 40% de la votación nacional emitida; por el contrario, en Sierra Leona sólo se elude una segunda ronda sí un candidato obtiene 55% en la primera. En Argentina, un candidato gana si alcanza el 45% en la primera vuelta ó bien si obtiene el 40% pero en este caso mas de un 10% de ventaja sobre su más cercano competidor.
Hasta antes de adoptar un sistema de doble ronda por mayoría absoluta en 1996, la fórmula utilizada por Uruguay para la elección presidencial en Uruguay no encajaba en ninguna de las categorías convencionales descritas. Las distintas facciones dentro de un partido o una coalición de partidos distintos podían presentar distintas listas de candidatos (lemas) para la elección presidencial. Los electores votaban por una lista o fórmula presidencial en lo particular, pero en el escrutinio se sumaban todos los votos recibidos por un mismo lema (coalición) y el triunfo se le acreditaba a la candidatura con mayor número de votos del lema que hubiera obtenido el mayor porcentaje de votación.
Se considera que el sistema de doble ronda para las elecciones presidenciales es útil para maximizar la legitimidad del cargo más importante del gobierno. En rigor, con su uso se pretende evitar el riesgo de elegir un presidente, que concentra importantes atribuciones y una gran influencia, que sólo cuente con el respaldo de una franja reducida del electorado. Algunos países imponen porcentajes minímos de votación para que las elecciones presidenciales sean válidas, usualmente del 50%, como en Rusia y muchas de las ex-repúblicas soviéticas; éste es un mecanismo adicional para asegurar un apoyo mayoritario.
La utilidad de ese tipo de disposiciones se observa en las elecciones presidenciales de 1996 en dos países muy distintos, donde resultaron elegidos candidatos que sólo contarón con el respaldo de alrededor del 20% de la población en edad de votar: el presidente Bill Clinton de los EEUU, quien fue elegido con un respaldo de tan sólo 23% y el presidente Chiluba de Zambia con sólo 20%. Ninguno de estos resultados habría sido posible bajo los requerimientos del sistema de DV o de participación electoral miníma de otros países. Sin embargo, como con todos los sistemas de DV, las elecciones presidenciales desarrolladas bajo tales reglas elevan el costo y los recursos necesarios para llevar a cabo una elección y la caída en la votación entre la primera y segunda ronda puede ser severa y dañina.
América Latina ha tenido experiencias problemáticas con el sistema de DV. Aparte de aquellos países donde los partidos pueden crear alianzas ganadoras antes de los comicios, de tal forma que los candidatos presidenciales puedan ser elegidos en la primera ronda (Brasil en 1994 y Chile en 1989 y 94), el sistema de DV ha dado paso en muchos casos a gobiernos minoritarios y de reducida gobernabilidad. El sistema ha profundizado la polarización del sistema multi-partidario y ha acentuado los problemas de parálisis o bloqueo legislativo.
En las cuestionadas elecciones peruanas de 1990, por ejemplo, Alberto Fujimori obtuvo 56% de los votos en la segunda ronda, pero su partido obtuvó sólo 14 de los 60 escaños en el Senado y 33 de 180 escaños en la Cámara de Diputados. En Brasil en 1989, Fernando Collor de Melo fue electo en la segunda ronda con un poco menos de la mitad de los votos, pero su partido ganó en elecciones parlamentarias no concurrentes sólo 3 de los 75 escaños del Senado y 40 de los 503 escaños en la Cámara de Diputados. En Ecuador, los gobiernos minoritarios han sido una constante desde que se introdujo el sistema de DV para las elecciones presidenciales en 1978.