La forma más directa de elegir un presidente consiste simplemente en otorgar el triunfo del candidato que logre el mayor número de votos. Este es el procedimiento para las elecciones presidenciales en México, Kenia, Filipinas, Zambia, Corea del Sur, Malawi. Islandia y Zimbabwe. Definitivamente, este sistema es simple, barato y eficiente. Sin embargo, en una competencia multipartidista altamente disputada deja abierta la posibilidad que el presidente sea elegido con tan bajo porcentaje de la votación emitida que el grueso del electorado no haya votado en su favor o, peor aún, que haya votado en su contra.
Ese fue el caso en Venezuela en 1993 cuando Rafael Caldera ganó la presidencia con el 30.5% del voto popular. De igual forma, en las elecciones presidenciales filipinas de mayo de 1992 Fidel Ramos fue elegido entre siete candidatos con sólo 25% del voto popular. En sociedades divididas, las elecciones presidenciales por MR pueden exacerbar los problemas de la política de "el ganador se lleva todo". En Angola en 1992, el líder de UNITA, Jonas Savimbi, perdió una elección directa por mayoría relativa frente a José dos Santos del MPLA por 49% a 40% de los votos e inmediatamente re-inició la guerra civil, ya que tenía pocos motivos para cumplir con el papel de oposición democrática.