Existe un acuerdo casi universal entre los especialistas electorales en el sentido que el factor determinante para convertir votos en escaños bajo sistemas proporcionales es el de la magnitud de los distritos, entendida en términos del número de escaños que se eligen o distribuyen en cada uno de ellos. Bajo un sistema uninominal como el de MR, el de VA o el de DV, la magnitud del distrito es de un escaño: los votantes eligen un sólo representante. En contraste, bajo un sistema plurinominal Bajo cualquier sistema proporcional, el número de representantes o escaños a ser elegidos en cada distrito determina, en gran medida, que tan proporcionales serán los resultados de la elección.
Los sistemas que alcanzan un mayor grado de proporcionalidad utilizan distritos muy grandes, porque estos son capaces de asegurar que aún los partidos pequeños logren representación en la legislatura. Por ejemplo, un distrito en el cual se eligen tres miembros implica que un partido debe ganar por lo menos el 25% + 1 de los votos para asegurarse un escaño. Un partido que tiene solamente el apoyo del 10% de los votos podría no ganar escaños, además de que se podría decir que los votos de sus simpatizantes fueron desperdiciados. En cambio, en un distrito de nueve escaños el 10% + 1 de los votos garantizaría que un partido ganara por lo menos un escaño. Esto no sólo significa que los resultados serían más proporcionales, sino también que los partidos más pequeños tendrían la capacidad de contar con representación.
El problema es que a medida que los distritos crecen -tanto en número de escaños como en su tamaño geográfico-, se vuelve más débil el vínculo entre los representantes y su electorado. Esto puede tener serias consecuencias en sociedades donde los factores locales juegan un rol importante en la política o donde los votantes esperan que su representante mantenga fuertes vínculos con el electorado y que actúe como su "delegado" en la legislatura.
En razón de ello, existe un encedido debate acerca del nivel óptimo en la magnitud de los distritos. La mayoría de los especialistas concuerdan en que, como principio general, los distritos de entre tres y siete escaños funcionan muy bien. También existe amplio consenso en que un número impar, como 3, 5 o 7, funciona mejor que uno par, especialmente en un sistema bipartidista. Pero esto es simplemente una guía general, pues existen muchas situaciones donde un número mayor puede ser deseable y necesario para asegurar una representación y proporcionalidad satisfactorias.
En muchos países, los distritos electorales se ajustan a divisiones administrativas pre-existentes, como los límites provinciales o estatales, lo cual significa que puede haber una gran variación en su magnitud geográfica. En un extremo del espectro, un país entero puede componer un distrito electoral, lo cual normalmente significa que la cuota o cociente para tener representación es muy reducida y aún los partidos más pequeños pueden ganar escaños. En Holanda, por ejemplo, todo el país forma un distrito de 150 miembros, lo que significa que los resultados de la elección son altamente proporcionales. Pero también significa que partidos con un porcentaje de votación extremadamente pequeña, aún de menos del 1%, puedan lograr representación y que el vínculo entre un representante y una área geográfica es extremadamente débil (ver Holanda).
En el otro extremo, los sistemas de RP pueden ser aplicados en distritos cuya magnitud sea de sólo dos miembros (distritos binominales). En Chile, por ejemplo, se usa un sistema de RP por lista en distritos de esta magnitud y, como esta misma experiencia lo indica, su aplicación genera resultados bastante desproporcionados, a pesar de que se utiliza una fórmula proporcional, porque sólo dos partidos pueden obtener representación en cada distrito (ver Chile: ¿Proporcionalidad o Mayoritarismo?). Esto ha tendido a socavar los beneficios de RP en términos de representación y legitimidad.
Cualquiera de estos ejemplos extremos sirve para subrayar la crucial importancia de la magnitud de los distritos en cualquier sistema de representación proporcional. Es quizá la decisión institucional más importante al momento de diseñar un sistema electoral de RP, y también de capital importancia para numerosos sistemas que no son de RP. El de VUNT, por ejemplo, genera resultados semi-proporcionales a pesar de carecer de una fórmula electoral proporcional, precisamente porque es usado en distritos plurinominales (ver Voto Unico No-Transferible). De igual manera, cuando el VUT (ver Voto Único Transferible) se aplica en distritos uninominales se convierte en VA (ver Voto Alternativo), el cual mantiene algunas de las ventajas del VUT pero no su proporcionalidad.
En los sistemas mayoritarios, es probable que decrezca la proporcionalidad a medida crece la magnitud de los distritos.
En resúmen, cuando se diseña un sistema electoral, la magnitud de distrito es, en muchas formas, el factor clave para determinar como funcionará el sistema en la práctica, el carácter del vínculo entre los votantes y los representantes y la proporcionalidad en los resultados generales de la elección.