Optar por un determinado sistema electoral es una de las decisiones institucionales más importantes en una democracia, pero pocas veces es seleccionado a conciencia y después de una profunda deliberación. Por lo general, la selección se realiza accidentalmente y resulta de una inusual combinación de circunstancias, de una tendencia pasajera o de una situación históricamente peculiar. Los efectos derivados del colonialismo y la proximidad de vecinos influyentes, son a menudo razones persuasivas en la selección de los sistemas electorales.
En casi todos los casos, su selección tiene profundas consecuencias en la vida política futura del país. En la mayoría de los casos, los sistemas electorales suelen conservarse de manera duradera una vez establecidos; a diferencia de los intereses políticos inmediatos, que se congelan alrededor de las causas que los motivaron.
Es raro que los sistemas electorales sean seleccionados después de profundas deliberaciones y, lo es más todavía, que sean diseñados tomando en consideración las condiciones históricas y sociales específicas del país. Toda nueva democracia debe escoger (o heredar) un sistema electoral para elegir su parlamento, pero esa decisión es a menudo condicionada por una de las dos circunstancias siguientes:
- Los actores políticos carecen del conocimiento e información básica, de tal manera que la selección de entre los distintos sistemas electorales y sus consecuencias respectivas no son reconocidas plenamente.
- Los actores políticos usan su conocimiento de los sistemas electorales para promover aquellos diseños que consideran que les pueden reportar mayores ventajas partidarias.
En cualquier caso, puede ser que las opciones asumidas no sean las mejores para el bienestar político del país en el largo plazo y que, en ocasiones, provoquen consecuencias desastrosas para sus expectativas democráticas.
El marco de referencia en la selección de un sistema electoral puede entonces ser tan importante como la selección misma. No se debe tener la ilusión de que tales decisiones son hechas dentro de un vacío político. De hecho, la consideración de las ventajas políticas es casi siempre el factor determinante en la elección de los sistemas electorales, cuando no el único. Al mismo tiempo, las opciones disponibles para la selección de los sistemas electorales son a menudo relativamente pocas.
De la misma forma, los cálculos políticos para satisfacer intereses en el corto plazo pueden con frecuencia pasar por alto las consecuencias a largo plazo de un sistema electoral en particular, así como los intereses generales de todo el sistema político. Consecuentemente, sin dejar de ir reconociendo sus obstáculos prácticos, trataremos de enfocar el tema de la selección de los sistemas electorales de la manera más amplia y comprensiva posible.
Los elementos fundamentales de los sistemas electorales contenidos en esta publicación están dirigidos particularmente a negociadores políticos y diseñadores constitucionales, tanto de las democracias emergentes como de aquellas en procesos de transición. Considerando que la construcción de una nueva institucionalidad política es una tarea difícil no sólo para las nuevas democracias, sino también para aquellas ya establecidas que buscan la actualización de sus sistemas con el propósito de reflejar mejor sus realidades políticas, este texto pretende abordar las preocupaciones de aquellas personas que en ambos tipos de democracia, -emergentes y establecidas- podrían estar trabajando por igual en el diseño de sus sistemas electorales.
Dada esta audiencia objetivo, necesariamente se ha tenido que simplificar gran parte de la literatura especializada sobre esta materia y, al mismo tiempo, abordar algunos de los asuntos más complejos e inherentes a la temática. Si en algunas ocasiones parece demasiado simplista y en otras demasiado complejo, la explicación reside en que se ha procurado balancear dos objetivos: claridad y amplitud.
Si bien el contexto en el cual las democracias emergentes y las establecidas toman decisiones constitucionales difiere significativamente, los objetivos a largo plazo de la mayoría de ellas son generalmente los mismos: adoptar o crear instituciones suficientemente fuertes para promover democracias estables y, al mismo tiempo, suficientemente flexibles para reaccionar ante circunstancias cambiantes. Tanto las democracias emergentes como las establecidas tienen mucho que aprender de sus respectivas experiencias. El diseño institucional es un proceso evolutivo, por lo que se ha buscado la forma de ir decantando las lecciones aprendidas a partir de distintos ejemplos de diseño institucional existentes alrededor del mundo.
Sistemas electorales y Constituciones
Múltiples diseños y reformas constitucionales han tenido lugar en los últimos tiempos: el movimiento mundial hacia la gobernancia o gobernabilidad democrática durante las décadas de 1980 y 1990, estimuló una nueva y urgente búsqueda de modelos duraderos de gobiernos representativos, así como una renovada evaluación de los sistemas electorales. Este proceso ha sido alentado por el extenso reconocimiento de que la elección de instituciones políticas puede tener un impacto significativo en el sistema político en su sentido más amplio -por ejemplo, cada vez es más ampliamente reconocido que un sistema electoral puede proveer la "ingeniería" necesaria para el acomodo de intereses y la cooperación dentro de una sociedad dividida. El diseño del sistema electoral es ahora reconocido como de capital importancia para cuestiones más amplias de la gobernabilidad y, probablemente, como la institución más influyente del sistema político.
A través de la provisión de un análisis detallado de opciones y consecuencias y mostrando como los sistemas electorales han operado a lo largo del mundo democrático, se espera lograr dos cosas:
- Ampliar el conocimiento e ilustrar las discusiones públicas y políticas.
- Proporcionar a los diseñadores constitucionales las herramientas para una toma de decisiones informada y, de esta forma, evitar algunos de los efectos más disfuncionales y desestabilizadores en la selección de sus sistemas electorales.
En esencia, los sistemas electorales convierten los votos emitidos en una elección general en escaños ganados por partidos y candidatos. Las variables claves son: 1. La formula electoral usada (por ejemplo, si el sistema es de mayoría o proporcional y que fórmula matemática se emplea para calcular la distribución de escaños) y; 2. La magnitud del distrito; no cuantos electores viven en el distrito, sino cuantos miembros del parlamento se eligen en él.
El diseño del sistema electoral mantiene una fuerte relación con otros aspectos de las elecciones que son de carácter más administrativo y que son abordados en otros capítulos o secciones de este documento, como por ejemplo, la distribución de los sitios o mesas de votación (ver Logística Electoral), la postulación de candidatos (ver Partidos y Candidatos), el registro de electores (ver Registro de Electores), ), quien conduce las elecciones (ver Administración Electoral), entre otros. Estos asuntos son de capital importancia y las posibles ventajas que otorgue la selección de cualquier sistema electoral serán socavadas si no se les dedica la atención debida.
El diseño de un sistema electoral también afecta otras áreas relacionadas con las leyes electorales: la selección de los sistemas electorales tiene una influencia en la forma en que se trazan los límites de los distritos (ver Delimitación de Distritos), el diseño de las papeletas de votación (ver Logística Electoral), como se cuentan los votos (ver Escrutinio de Votos), así como otra gran cantidad de aspectos del proceso electoral.
Resumen de tipos los de sistemas electorales
Hay cientos de sistemas electorales funcionando y muchas variaciones de cada tipo, pero con la intención de hacer su presentación lo más sencilla posible, los hemos categorizado en tres grandes grupos:
- Los de mayoría-pluralidad.
- Los semi-proporcionales.
- Los proporcionales.
Dentro de ellos tenemos diez sub-grupos, cuatro de los cuales corresponden al de mayoría-pluralidad:
- Mayoría relativa (MR),
- Voto en bloque (VB),
- Voto alternativo (VA)
- Doble ronda o doble vuelta (DR o DV)
Tres son sistemas semi-proporcionales:
- Los paralelos (SP),
- Voto limitado (VL)
- Voto único no-transferible (VUNT).
Y los tres restantes de representación proporcional:
- Representación proporcional por lista (RPL),
- Representación proporcional personalizada (RPP)
- Voto unico transferible (VUT)
Cada uno de los 212 sistemas electorales parlamentarios listados en La Distribución Global de los Sistemas Electorales puede ser categorizado bajo uno de estos 10 títulos de este árbol genealógico. Esta clasificación, aunque fundamentada en convenciones establecidas hace mucho tiempo, es la primera en tomar en cuenta todos los sistemas electorales usados para elecciones parlamentarias en el mundo actual y, a pesar de que no encara problemas más amplios de democracia y legitimación, se espera que ofrezca una guía clara y concisa para la elección de entre ellos.
La forma más común de apreciar los sistemas electorales es la de agruparlos conforme al criterio de que tan estrecho es el margen de conversión de votos recibidos en escaños ganados, es decir, que tan proporcionales son. Para hacer esto, se necesita observar tanto la relación votos- escaños como el nivel de votos desperdiciados. Por ejemplo, Sudáfrica usó un sistema proporcional clásico para su primera elección democrática en 1994 y con 62.65% del voto popular, el Congreso Nacional Africano ganó 63% de los escaños nacionales (ver Sudáfrica: Sistemas Electorales y Manejo de Conflictos).
El sistema electoral fue altamente proporcional y el número de votos desperdiciados (v.gr. aquellos emitidos en favor de partidos que no obtuvieron escaños en la Asamblea) fue de sólo 0.8% del total. En contraste, el año previo en la vecina nación de Lesotho se empleo un sistema clásico de mayoría relativa y resulto que el Partido del Congreso de Basoto ganó los 65 asientos en juego con sólo el 75% del voto popular; no hubo oposición parlamentaria alguna y el 25% de los electores que votaron por partidos quedaron sin representación.. Este resultado se replicó en la elección de Djibouti en 1992, en donde se empleó el sistema de voto en bloque y los 65 asientos disponibles fueron ganados por el Rassemblement Populaire pour le Progres con 75% de los votos.
Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, los sistemas electorales no-proporcionales (como el de mayoría relativa) pueden accidentalmente dar lugar a resultados generales relativamente proporcionales. Este fue el caso en un tercer país surafricano, Malawi en 1994. En esa elección el partido que encabezó la votación, el Frente Democrático Unido ganó 48% de los asientos con 46% de los votos, el Partido del Congreso de Malawi ganó 32% de los asientos con 34% de los votos y la Alianza para la Democracia ganó 20% de los asientos con 19% de los votos. El nivel general de proporcionalidad fue alto, pero la evidencia de que éste no era un sistema proporcional intrínseco y no podía ser categorizado como tal, estribó en el hecho de que la cantidad de votos desperdiciados representó casi un cuarto del total emitido.
Para mayor información ver Sistemas Electorales y Constitución.