Es una paradoja, pero es posible que aquellos medios que son propiedad y están controlados directamente por partidos políticos sean los más interesados en el resultado de una elección -y al mismo tiempo se ubiquen por completo al margen de la mayoría de los sistemas de regulación. Si un diario es simplemente una hoja de campaña del partido que lo posee, no está efectivamente vinculado por ninguna de las normas profesionales o legales que rigen la operación de los medios en su conjunto.
En muchos países no se permite que los partidos posean estaciones de radio o televisión, ya que ello se considera una distribución injusta de un recurso nacional - el campo de frecuencias-, a favor de un interés político específico.
En esencia, los medios partidistas se ubican en tres grandes categoría. Corresponde a la autoridad decidir entre:
- Páginas de propaganda que no caen dentro de los medios regulados, pero pueden ser monitoreadas si, por ejemplo, representan gastos de campaña, que pueden estar limitados por la ley.
- Medios privados convencionales que únicamente son propiedad de un partido. En este caso, tienen que avenirse a las normas o regulaciones aplicables a los medios privados.
- Medios gubernamentales, en una situación en la que el gobierno y el partido en el poder estén interrelacionados. En ese caso, los medios que utilicen recursos públicos deben observar las mismas normas que cualquier otro medio público -lo que en la práctica probablemente signifique que no pueden realizar campaña partidista alguna.