Una de las conclusiones más claras que se han recogido del estudio comparativo de los sistemas electorales se refiere sencillamente al alcance y utilidad de las opciones disponibles. Con mucha frecuencia y tratándose sobre todo de las democracias emergentes, los diseñadores constitucionales se limitan a escoger el sistema que mejor conocen (que suele ser, en muchos casos, el del antiguo poder colonial) en lugar de investigar las alternativas más apropiadas. La finalidad primordial de este sitio es la de proveer suficientes conocimientos para que los diseñadores de sistemas electorales puedan adoptar decisiones informadas.
Esto no significa que necesariamente aboguemos por cambios totales en los sistemas electorales existentes; de hecho, la experiencia comparativa en materia de reformas electorales sugiere que reformas moderadas, efectuadas en base a aquellos aspectos de un sistema existente que funcionan bien, son generalmente una mejor opción que saltar hacia un sistema nuevo y poco familiar.
Hay mucho que aprender de la experiencia de otros. Por ejemplo, un país con un sistema de MR que desee moverse a algo más proporcional, manteniendo el vínculo geográfico con los electores, debe considerar la experiencia de Nueva Zelanda, quien adoptó un sistema de representación proporcional personalizada (RPP) en 1993, ver El Voto Alternativo en Australia . Un país similar que quiera mantener distritos uninominales pero estimular acomodos y compromisos inter-grupales debe mirar la experiencia del voto alterno (VA) en Oceanía, ver Papua Nueva Guinea.
Cualquier país profundamente dividido deseoso de transitar a la democracia debe considerar seriamente el caso de elecciones de RP mediante listas de Sudáfrica y del gobierno compartido y multi-étnico que resulto electo, ver Sudáfrica: Sistemas Electorales y Manejo de Conflictos, y del gobierno resultante de poder compartido y multi-étnico. Un país que simplemente desea reducir el costo y la inestabilidad creada por un sistema de doble ronda (DR), debe examinar la opción del voto preferencial de Sri Lanka, ver Sri Lanka: Cambios para Acomodar la Diversidad, o Irlanda, ver Irlanda: El Arquetipo del Voto Único Transferible.En todos estos casos, el cambio de un sistema electoral a otro ha tenido un fuerte impacto en la política de estos países.
A continuación se presentan algunas guías prácticas para los diseñadores de sistemas electorales:
Mantenerlo simple
Probablemente los diseños de sistemas electorales más efectivos y sostenibles son aquellos que el elector y el político entienden con mayor facilidad. Demasiada complejidad puede conducir a malentendidos, consecuencias imprevistas y desconfianza en los resultados por parte del elector
No tener miedo a innovar
Muchos de los sistemas electorales usados de manera exitosa en el mundo son resultado de un enfoque innovador ante problemas específicos y han demostrado que funcionan bien. Hay mucho que aprender de la experiencia de otros.
Poner atención a los factores contextuales y temporales
Los sistemas electorales no funcionan en el vacío. Su éxito depende de una feliz unión de instituciones políticas y tradiciones culturales. El punto de partida para cualquier diseñador de un potencial sistema electoral consiste en preguntarse:
- ¿Cuál es el contexto social y político en el que estoy trabajando?
- ¿Estoy diseñando un sistema permanente o uno necesario para garantizar un período de transición?
No subestimar al electorado
Tan importante es la simplicidad como peligroso subestimar la capacidad de los electores para comprender y utilizar con éxito una amplia variedad de sistemas electorales. Por ejemplo, en países en desarrollo en la región del Asia-Pacifico (como Papúa Nueva Guinea y Sri Lanka) se han utilizado exitosamente complejos sistemas preferenciales, mientras la experiencia de muchas elecciones recientes en democracias emergentes ha enfatizado la importancia de distinguir entre alfabetismo ®"funcional" y alfabetismo "político". Aún en países muy pobres, los votantes a menudo tienen y desean expresar preferencias y elecciones políticas sofisticadas.
Errar del lado de la inclusión
Cuando sea posible, ya sea en sociedades divididas o relativamente homogéneas, el sistema electoral debe producir un parlamento que mejor cometa errores por el lado de la inclusión de todos los intereses significativos, que del lado de su exclusión. Independientemente de sí las minorías están basadas en identidades étnicas, raciales, lingüísticas, regionales o religiosas, la exclusión de franjas significativas de opinión en los parlamentos, especialmente en el mundo en desarrollo, ha resultado catastróficamente contraproducente.
El proceso es un factor clave en la selección
La forma en que se selecciona un sistema electoral específico es también extremadamente importante para asegurar su plena legitimidad. Es probable que un proceso en el cual la mayoría o todos los grupos son incluidos, incluyendo al electorado en su totalidad, garantice una aceptación significativa y más amplia del resultado final; que una decisión que se perciba como motivada exclusivamente por intereses partidarios. Aunque las consideraciones a los intereses partidistas son inevitables, cuando se discute la selección de los sistemas electorales es fundamental contar con un amplio apoyo público y de todos los partidos de la sociedad, para que la institución electoral sea aceptada y respetada.
La reforma del sistema electoral de Nueva Zelanda de MR a RPP, por ejemplo, fue precedido por una serie de plebiscitos que sirvieron para legitimar el resultado final, ver Nueva Zelanda: El Cambio de una Democracia Estilo Westminster a la Representación Proporcional. En contraste, la decisión del gobierno socialista francés en 1986 de cambiar su sistema de dos vueltas (SDR) a representación proporcional, fue percibido ampliamente como motivado por razones partidarias y revertida tan pronto como ese gobierno perdió el poder en 1988.
Generar aceptación y legitimidad entre todos los actores clave
Todas las agrupaciones que deseen participar en el proceso democrático deben sentir que el sistema electoral a emplear es justo y les brinda a todos la misma oportunidad de ganar. El objetivo principal debe ser que todos aquellos que pierdan la elección no puedan traducir su decepción en un rechazo del sistema mismo, ni utilizar el sistema electoral como una excusa para desestabilizar el camino de la consolidación democrática.
En 1990, los sandinistas perdieron el control del gobierno en Nicaragua pero aceptaron su derrota, en parte porque aceptaban la imparcialidad del sistema electoral. Asimismo, Sudáfrica, Sierra Leona y Mozambique fueron capaces de terminar sus sangrientas guerras civiles a través de acuerdos institucionales que fueron ampliamente aceptados por todas las partes involucradas, ver Sudáfrica: Sistemas Electorales y Manejo de Conflictos.
Tratar de maximizar la influencia del votante
Los votantes deben percibir que las elecciones les proveen de cierta influencia sobre sus gobiernos y las políticas gubernamentales. La selección puede ser maximizada de una gran variedad de formas. Los votantes pueden ser capaces de escoger entre partidos, entre candidatos de diferentes partidos y entre candidatos del mismo partido. También puede ser que voten de diferente forma dependiendo del tipo de elección: presidencial, senado, asamblea, regional o local. También debe sentir confianza en que su voto ha tenido un impacto genuino en la formación del gobierno, y no sólo en la composición del congreso.
Balancear esa influencia con la promoción de partidos políticos coherentes
El deseo de maximizar la influencia del votante debe ser balanceado contra la necesidad de promover partidos políticos coherentes y viables. La máxima influencia del votante en la papeleta de votación puede producir un parlamento tan fragmentado que nadie acabe con el resultado deseado. La tesis de que los que los partidos políticos coherentes, de amplia base, son uno de los factores más importantes para la promoción de una democracia efectiva y sostenible, goza de una amplia aceptación entre los politólogos.
Estabilidad a largo plazo y ventaja a corto plazo
Cuando los actores políticos negocian sobre un sistema electoral, a menudo promueven propuestas que creen les reportarán ventajas a sus partidos en las elecciones venideras. Sin embargo, esto puede ser a menudo una mala estrategia, particularmente en las naciones en desarrollo, ya que el éxito o dominio de un partido a corto plazo puede conducir al colapso político y al desorden social en el largo plazo.
Por ejemplo, en las negociaciones previas a la elección de transición de 1994, el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica, pudo haber argumentado razonablemente la conservación del sistema existente de MR; el cual seguramente les habría redituado un bono de escaños mas allá de su correspondiente parte del voto nacional, en razón de ser el partido más grande. El hecho que hayan promovido una forma de representación proporcional, aún cuando sabían que así obtendrían menos escaños de los que podían haber ganado bajo el sistema de MR, es un reconocimiento al hecho de haber valorado más la estabilidad a largo plazo que la gratificación electoral a corto plazo.
De igual forma, los sistemas electorales necesitan ser lo suficientemente sensibles para reaccionar efectivamente a los cambios de las circunstancias políticas y al crecimiento de nuevos movimientos políticos. Aún en democracias establecidas, el apoyo para los partidos mayoritarios es raramente estable, mientras que la política en las nuevas democracias es casi siempre muy dinámica. Esto quiere decir que un partido que se beneficia de los acuerdos del sistema electoral en una elección, puede que no se beneficie necesariamente en la siguiente.
No pensar que el sistema electoral es la panacea para todos los males
Si bien es cierto que si uno quiere cambiar la naturaleza de la competencia política, el sistema electoral puede ser el instrumento más efectivo para lograrlo, los sistemas electorales no pueden nunca ser la panacea para los males políticos de un país. Los efectos agregados de otras variables, particularmente la cultura política de una nación, generalmente tienen mucho mayor impacto en las perspectivas democráticas que los factores institucionales, como los sistemas electorales. Por añadidura, los efectos positivos de un sistema electoral bien elaborado pueden ser fácilmente anulados por una disposición constitucional inapropiada, el predominio de fuerzas discordantes o el peso de amenazas externas a la soberanía del estado
Pero no subestimar su influencia
Aunque a lo largo del mundo se acepta que las restricciones sociales a la democracia son considerables, de cualquier forma dejan espacio para estrategias políticas conscientes, las cuales pueden agilizar o impedir una democratización exitosa. Los sistemas electorales no son una panacea, pero son centrales en la estructuración de la estabilidad de cualquier comunidad política. Una construcción hábil del sistema puede no prevenir o erradicar enemistades profundas, pero instituciones apropiadas pueden orientar al sistema político en la dirección de reducir conflictos y generar una mayor responsabilidad gubernamental.
En otras palabras, si bien la mayoría de los cambios que pueden alcanzarse al diseñar sistemas electorales a la medida pueden ser marginales, a menudo son estos impactos marginales los que hacen la diferencia entre una democracia consolidada y una democracia socavada.
La disposición del electorado para aceptar cambios
El cambio del sistema electoral puede parecerle una buena idea a los políticos experimentados que conocen las debilidades del sistema vigente; pero a menos que las propuestas de reforma sean presentadas de manera apropiada, el público bien puede rechazarlas si las percibe como un experimento con el sistema y de ser nada más que un juego de los políticos alterando las reglas para su propio beneficio. Mas dañinas son aquellas situaciones en que el cambio es visto como una descarada maniobra de ventajas políticas (como fue el caso en Francia en 1986, en Chile en 1989 y en Jordania en 1993, ver Jordania: Diseño de un Sistema Electoral en el Mundo Árabe y Chile: ¿Proporcionalidad o Mayoritarismo?. Cuando los sistemas se alteran tan frecuentemente, los votantes no saben a donde colocarse, como algunos argumentaron en el caso de Bolivia, ver Bolivia: Reforma Electoral en América Latina.
Evitar ser un esclavo de sistemas del pasado
Con bastante frecuencia, los sistemas electorales que no corresponden a las necesidades de una nueva democracia han sido heredados o arrastrados de tiempos coloniales, sin pensar como funcionarían en las nuevas realidades políticas. Por ejemplo, casi todas las antiguas colonias británicas de Asia, ¡frica y el Pacifico, adoptaron sistemas de MR. En muchas de estas nuevas democracias, particularmente aquellas que enfrentaban divisiones étnicas, este sistema probó ser totalmente inapropiado para sus necesidades.
De igual forma, se ha argumentado que muchas de las antiguas colonias francesas en ¡frica Occidental que mantuvieron el sistema francés de dos vueltas (SDR), como Malí en 1992, sufrieron como resultado una polarización dañina, ver Mali: Un Sistema de Doble Ronda en África De igual manera, muchos regímenes post-comunistas continúan utilizando el voto obligatoria o requerimientos mayoritarios heredados de la era soviética, ver Ucrania: Riesgos del Mayoritarismo en una Nueva Democracia.
Evaluar el impacto de cualquier sistema en el conflicto social
Los sistemas electorales pueden ser vistos no sólo como mecanismos para elegir parlamentos y presidentes, sino también como instrumentos para el manejo de conflictos dentro de una sociedad. En determinadas circunstancias, algunos sistemas pueden propiciar que las fuerzas contendientes realicen actos de proselitismo inclusivo fuera de sus bases tradicionales de apoyo.
Desafortunadamente, es más frecuente en el mundo de hoy encontrar casos en los que la presencia de sistemas electorales inapropiados sirve para exacerbar tendencias negativas existentes, por ejemplo, fomentar que los partidos vean las elecciones como eventos de "suma-cero" y, por consiguiente, actúen de una manera hostil y excluyente frente a cualquiera que no sea de su grupo. Cuando se diseña cualquier tipo de institución política, es importante tener en cuenta que si no ayudan a resolver tensiones dentro de la sociedad, deben al menos no empeorar las existentes.
Tratar de imaginar contingencias inusuales e improbables
Con mucha frecuencia, los sistemas electorales son diseñados para prevenir los errores del pasado, especialmente del pasado inmediato. Hay que tener mucho cuidado de no sobrereaccionar y crear un sistema que vaya demasiado lejos en un afán de corregir problemas previos. Es más, los diseñadores de sistemas electorales harían bien en formularse ciertas interrogante inusuales a efecto de evitar verguenzas a largo plazo, por ejemplo:
- ¿Qué pasaría si nadie gana bajo el sistema propuesto?
- ¿Es posible que un partido gane todos los escaños?
- ¿Qué pasaría si se tuviera que otorgar mas escaños de los que hay en el parlamento?
- ¿Qué hacer si se produce un empate entre los candidatos?
- ¿Puede el sistema implicar que, en ciertos distritos, sea mejor para el simpatizante de un partido no votar por el candidato o partido de su preferencia?
Para mayor información ver Procesos de Creación y Reforma y Proceso de Reforma Electoral.