El principio de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos” [1] se encuentra en el corazón de los sistemas
democráticos, que han sido moldeados, históricamente, por instituciones,
movimientos sociales y personas que reclamaron por los derechos humanos. Los
defensores de la igualdad de género han liderado y continúan liderando una
batalla a favor de los derechos sociales, económicos, culturales, civiles y
políticos, bajo el ideal de que "los derechos de las mujeres son derechos
humanos" [2]. El
movimiento de sufragio de mujeres hizo avanzar la agenda de derechos humanos
con la lucha por el derecho de las mujeres a votar. En 2015, Arabia Saudita
permitió que las mujeres votaran por primera vez, uniéndose a la mayoría de los
países del mundo, donde es común que las constituciones nacionales y los marcos
legales consagren el derecho al voto de hombres y mujeres en términos de
igualdad. La mayoría de los países también reconocen el derecho de las mujeres
a presentarse a elecciones, su derecho a expresar sus opiniones o su derecho a
asociarse y reunirse pacíficamente y, por lo tanto, las mujeres deberían
supuestamente ser libres y capaces de contribuir a la vida política y pública
sin mayores restricciones. Sin embargo, el reconocimiento formal de los
derechos políticos de las mujeres está lejos de traducirse en una participación
efectiva de las mujeres en la práctica.
A nivel mundial, las mujeres solo representan el 6,6 por ciento de los jefes de
estado, el 5,2 por ciento de los jefes de gobierno[3],
el 24,3 por ciento de los parlamentarios, [4]
y la proporción de mujeres elegidas para el gobierno local es desconocida. [5]
A pesar del reconocimiento formal de sus
derechos políticos, los datos disponibles muestran que las mujeres continúan
excluidas del proceso político y democrático y que la toma de decisiones sigue
estando dominada por los hombres.
Algunas de las barreras a las que se enfrentan las mujeres actualmente cuando
ingresan a la arena política incluyen, entre otras, la violencia generalizada, los
marcos legales que no consideran la igualdad de género, la falta de educación
formal y política, las prácticas existentes dentro de los partidos políticos
que conducen a la exclusión de las mujeres, la cobertura mediática del proceso
electoral con sesgo de género y el acceso limitado a la financiación de las campañas.
El predominio masculino en el espacio político y público es, en última
instancia, el resultado de expectativas culturales profundamente arraigadas
sobre los roles que deben desempeñar las mujeres y los hombres en la sociedad.
En los sistemas patriarcales, los hombres tienden a tener roles predominantes
en el liderazgo político, la autoridad moral, el privilegio social y el control
sobre la propiedad, y tienen poder sobre la mayoría de las decisiones en la
vida, mientras que las mujeres están excluidas del proceso de toma de
decisiones y relegadas a los roles de cuidadoras.
Las mujeres han sufrido históricamente y continúan sufriendo discriminación y
violencia en la vida pública y privada. Sin embargo, en el siglo pasado los
roles de género tradicionales comenzaron a ser cuestionados por los movimientos
de mujeres que reclamaban la igualdad de derechos. A largo plazo, contribuyeron
a un cambio social positivo y fueron centrales en la construcción de sociedades
más inclusivas y democráticas. A pesar de las persistentes desigualdades y los
avances desiguales, los derechos de las mujeres encontraron un espacio en la
agenda política y las mentalidades en todo el mundo comenzaron a experimentar un
cambio profundo.
La adopción de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer en 1979 fue un hito histórico que permitió el
reconocimiento específico de los derechos humanos de las mujeres, incluidos los
derechos políticos. Otro punto de inflexión fue la Cuarta Conferencia Mundial
sobre la Mujer, donde los gobiernos unieron esfuerzos para comprometerse con la
igualdad de género y para "garantizar la plena implementación de los
derechos humanos de las mujeres y las niñas [...]". La Declaración y
Plataforma de Acción de Beijing estableció el objetivo del equilibrio de género
en la toma de decisiones y reconoció que “el empoderamiento de las mujeres y su
plena participación sobre la base de la igualdad en todas las esferas de la
sociedad, incluida la participación en el proceso de toma de decisiones y el
acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo
y la paz ".
Aunque las mujeres siguen estando escasamente representadas en los puestos de
toma de decisiones, se han logrado avances en las últimas décadas a medida que
surgieron debates sobre cómo la representación numérica o descriptiva en los
parlamentos y las instituciones de toma de decisiones se puede traducir en una
representación sustantiva, de manera que los intereses y demandas de las
mujeres se reflejen en la legislación y en las decisiones adoptadas por el
órgano electo. La teoría de la masa crítica proporciona una perspectiva sobre
este asunto, argumentando que se requieren ciertos niveles de representación
para que las voces de las mujeres sean escuchadas. Por otro lado, la
investigación ha demostrado que los "actos críticos" en términos de
representación sustantiva de las mujeres son posibles incluso sin alcanzar una
masiva crítica en la representación. [6]
La participación política y electoral de las mujeres no solo se limita a la
representación en las instituciones de toma de decisiones, ya que las mujeres
también pueden ejercer sus derechos de participación durante las elecciones en
diferentes capacidades, ya sea como votantes, candidatas, autoridades electas,
administradoras electorales, observadoras y representantes de la sociedad
civil, entre otros. Un enfoque integral de la participación política de las
mujeres debe tener en cuenta todas las etapas del ciclo electoral, que abarca
los períodos preelectoral, electoral y postelectoral. A lo largo de todo el proceso,
la participación de varios actores, desde los OGE a los partidos políticos, los
medios de comunicación o la sociedad civil, es clave para promover la igualdad
de género y el empoderamiento de las mujeres a largo plazo.
En los últimos años, ha habido un evolución de perspectiva desde los problemas
de las mujeres a la noción más amplia de igualdad de género, con el foco que ha
pasado de centrarse exclusivamente en mujeres a percibir tanto a mujeres como
hombres como beneficiarios de la igualdad de derechos. Cada vez más hombres
están comenzando a involucrarse en la búsqueda de la igualdad de manera lenta
pero constante, desafiando las nociones tradicionales de masculinidades
patriarcales y promoviendo una profunda transformación positiva de las
actitudes y normas sociales. A través del compromiso global con los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, que entienden la igualdad de género y el empoderamiento
de las mujeres como una clave para el desarrollo, los hombres defienden cada
vez más la igualdad de género.
Los planteamientos a propósito del género más allá de la lógica binaria también
han comenzado a surgir, teniendo en cuenta los derechos de todas las personas,
independientemente de su orientación sexual e identidad de género. Las personas
LGBTI a menudo sufren discriminación y violencia, y se socavan sus derechos de
participación. Al menos 75 países han criminalizado las relaciones entre
personas del mismo sexo[7]
y los delitos de odio contra esta comunidad están aumentando en todo el mundo.
A pesar de estas barreras, la participación efectiva de las personas LGBTI
sigue siendo un aspecto importante en la construcción de sistemas
verdaderamente democráticos, basados en el principio de que nadie debe quedarse
atrás. Los esfuerzos realizados por numerosos OGE en todo el mundo para
promover la inclusión política de estas comunidades se basan en la convicción
de que los procesos electorales inclusivos requieren la participación de todos
los ciudadanos, así como el respeto de sus derechos humanos.
[1] Declaración
Universal de los Derechos Humanos (1948), artículo 1.
[2] Declaración
de Beijing (1995): Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.
[6] Existe una
vasta bibliografía que explora la relación entre la representación descriptiva
y la representación sustantiva y la participación de las mujeres, incluyendo el
trabajo de autoras como Anne Phillips, Mona Lena Krook y Sarah Childs, entre
otros.