La cuestión se inicia cuando los candidatos a la legislatura se sujetan a un techo en la cantidad que pueden gastar en su campaña de elección, como en Inglaterra o Canadá. En estos casos los gastos personales del candidato no se incluyen en el gasto de elección. Allí hay una razón muy válida para excluir los gastos personales de las cuestiones que deben ser incluidas dentro del presupuesto de campaña permitido. Si los candidatos no viven cerca o dentro del distrito electoral donde se están postulando para la elección entonces incurrirán en costos considerables de transportación y hospedaje. Los costos personales de los candidatos rivales diferirán, especialmente si algunos están dispuestos a vivir en su hogar mientras se lleva a cabo la campaña y otros tienen que pagar por alojamiento y otras necesidades personales. Cuando los límites de gastos permitidos en la campaña son muy estrechos, es razonable --solo por razones de equidadóque la pensión debería de estar disponible para el retiro político, y que debería ser absorbido por las cuestiones personales.
Sin embargo, la exclusió de los gastos personales crea una posible escapatoria que algunos candidatos pueden explotar. Un ejemplo británico ilustra esto muy bién. Un candidato adinerado vivió en una casa estatal cerca de la circunscripción electoral de donde fue candidato para la Cámara de los Comunes. Durante la campaña invitó a un gran número de amigos para que se quedaran en su casa y ofreció en una escala generosa comida y bebida. Mientras ellos eran sus huespedes, los amigos actuaron como ayudantes voluntarios de campaña. Las cantidades gastadas en su entretenimiento fueron gastos personales del candidato. Frecuentemente entretuvo a sus amigos. El hecho de que en esta ocasión ellos sacaran ventaja de estar presentes en la casa para llevar a cabo deberes electorales voluntarios fue coincidencial.