En una era de corporaciones multinacionales de medios de comunicación, uno
es constantemente persuadido a creer que vivimos en una "aldea
global"- en una sociedad de información indiferenciada. Indudablemente,
los flujos de información a través de los medios son mayores y más rápidos que,
digamos en la década de 1960, cuando el
término "aldea global" fue acuñado- y mucho más si se toman como
referencia las épocas previas a los medios electrónicos. No obstante, el acceso
a la información por el grueso de la gente, y de la masa de electores en
particular, difiere enormemente de un contexto nacional a otro. Sin duda
alguna, la globalización de la información afecta por igual a las zonas rurales
de África, Asia, América Latina y Europa del Este. Pero eso no implica que
todos tengan las mismas fuentes de información que Europa Occidental y América
del Norte, o incluso que sus propios compatriotas de zonas urbanas.
El contexto en que se encuentren los medios determinará
en gran medida el papel que estos deben de fungir en una elección. El contexto
a su vez, estará condicionado por una diversidad de factores. El primero de
ellos es el nivel de desarrollo económico. En condiciones de extrema pobreza,
la mayoría de la gente estará imposibilitada de comprar periódicos, y
probablemente también de leerlos. En ocasiones, el costo de los televisores
será prohibitivo y la posibilidad de adquirirlos será casi exclusivamente
urbana. Algunos de los países más pobres, como Malawi o Tanzania, han introducido,
muy recientemente, cadenas de televisión. Bajo estas circunstancias, es usual
que la radio sea el medio de comunicación nacional más importante. Pero aún
así, es probable que su alcance se vea constreñido por las limitaciones a la
publicidad pagada. Es posible que un mayor nivel de desarrollo económico
signifique un mayor número de medios. De manera creciente, este hecho supera
los constreñimientos que pueda imponer un control político sobre los medios.
A su vez, el desarrollo económico puede influir sobre la estructura de
propiedad de los medios. Como patrón general, los países más pobres, incluidos
la mayoría de los de África, tenderán a contar con un sector mayor de medios
gubernamentales, debido a las limitaciones de publicidad. Es factible que los
medios independientes en estos países sean propiedad de pequeñas corporaciones
privadas. En las economías más grandes de regiones como América Latina, el
sudeste asiático y Europa Central y del Este, es más probable que los medios
estén bajo el control de grandes corporaciones nacionales (que también es
probable que tengan intereses políticos). O bien las figuras políticas
prominentes adquieren sus propios medios para promover sus propias carreras
políticas; o personas ricas usan el control de medios de comunicación para apoyar la carrera política de alguna
persona. El caso más conocido (y más
extremo) del segundo fenómeno es en Italia, donde el empresario Silvio
Berlusconi usó sus empresas de medios masivos para llegar a ser jefe de
gobierno. Sin embargo, lo que algunos
teóricos en los medios de difusión denominan ‘el modelo italiano’ puede ser
visto en variaciones menos extremas en muchos países.
Cada vez más frecuentemente en el mundo los medios, excepto en los países
más pobres, caen bajo el control de consorcios multinacionales. Las cuales, también, tiene sus propios
intereses políticos. Esto puede manifestarse mediante el apoyo a partidos
políticos o candidatos en particular., o puede ser que conlleve una tendencia
más general de fijar los términos del debate político.
Pero la riqueza no es el único factor que determina la estructura de
propiedad de los medios. Las tradiciones políticas y culturales juegan un papel
importante. La mayoría de los países europeos, por ejemplo, tienen una larga
tradición de propiedad estatal o pública de los medios. Por ejemplo, en
Francia se permitieron las emisoras
privadas hasta la década de 1980. En
contraste, los Estados Unidos no poseen
un historial importante sobre la
propiedad pública de los medios. No es de sorprender que los países con
historia de gobiernos militares o unipartidistas hayan desarrollado su propia
tradición en materia de control estatal de los medios de comunicación. Es claro
que en la medida en que los gobiernos o las autoridades públicas estén
involucrados en la propiedad o control de los medios, esto tenga un impacto
directo en su papel en las elecciones.
Otra dimensión clave para la
configuración del contexto de los medios es la fuerza de las tradiciones de
libertad política y respeto a la libertad de expresión. Los medios con una
larga historia de pluralismo, libertad e independencia habrán desarrollado una
mayor capacidad para abordar los asuntos políticos de una manera más franca y
abierta. También es probable que hayan desarrollado estándares profesionales
más elevados (a pesar de que la poca ética de algunos medios en las democracias
avanzadas muestra que esta correlación no es exacta). Más importante aún, es
probable que una historia reciente de censura o intimidación a los medios se
proyecte como una amenaza constante sobre los periodistas y editores en su
cobertura de las elecciones.
El contexto de los medios también tiene que ver con el marco legal. Ya
que, es preferible que los medios operen
bajo la protección de fuertes garantías constitucionales y legales de libertad
de expresión y acceso a la información.
En este sentido, las tradiciones jurídicas difieren ampliamente de una región a otra. Los países
de derecho consuetudinario tienden a un enfoque caracterizado por la ausencia
de leyes explícitas para regular a los medios. La premisa es que los medios
pueden hacer todo aquello que no esté expresamente prohibido por la ley. En contraste, los países con tradición de leyes civiles usualmente
requieren de una regulación legal de las actividades de los medios. Hay
ventajas y desventajas en ambos
contextos, aunque en la práctica ambas tienden a converger. La emisión por
radio y TV es un área en que distintas
tradiciones jurídicas tratan de encontrar soluciones comunes. Asimismo, casi
todos los países demandan alguna forma de regulación legal de los medios,
incluso en los tradicionalmente no regulados Estados Unidos, como una forma de
garantizar el pluralismo en las ondas aéreas. En la medida en que la
distribución de frecuencias para transmisión sea un proceso justo y
transparente, es probable que tenga un impacto significativo en como los medios
ejerzan sus responsabilidades en períodos electorales.
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