La educación cívica y electoral debe ser culturalmente sensible.
La forma en que un programa educativo se acerca a la gente, el lenguaje utilizado,
los métodos adoptados y el estilo de los educadores, tienen que ir de acuerdo con
las preferencias culturales y religiosas de los electores.
Estas preferencias pueden convertirse en un obstáculo, en
una barrera o en una ventana. Cualquiera que sea, los educadores siempre tendrán
una relación dialéctica con ellas. La educación, dada su naturaleza, siempre pondrá
en peligro el status quo. Ofrece nuevas
visiones, lo cual puede animar a los individuos y grupos de individuos a reflexionar
de manera crítica frente a las normas que dan por hechas. Debido a que la educación
al votante se imparte no sólo de acuerdo a las necesidades del electorado, sino
también atendiendo las necesidades y demandas del Estado, los educadores
tendrán que ser precavidos respecto de la forma en que interactúan con la cultura
y religión de las personas.
No hay mandato que obligue a que estas normas se apliquen
si entran en conflicto con los mensajes emitidos para las elecciones. Asimismo,
la educación para la democracia inevitablemente cuestionará aquellas prácticas que
no van de acuerdo con los principios universales. Este es un dilema con el cual
deben convivir los educadores. Los países que no cuentan con un sistema democrático
de gobierno son los que afrontan en mayor medida este dilema. Sin embargo, este
problema puede presentarse igualmente en grupos minoritarios dentro de un país democrático.
La
barrera
La cultura y la religión pueden representar una barrera para
el educador, puesto que crean sociedades con sus propios símbolos y lenguaje. Estas
sociedades no son siempre cerradas, empero, cuando detectan extraños pueden sospechar
de ellos.
Pueden tener opiniones y tradiciones preestablecidas acerca
del papel de la educación, lo que es la democracia y si es aceptable o no. Sumado
a esto, diferentes culturas pueden tener estrictas opiniones con respecto a quién
debe o no educar a los hombres, mujeres y niños. Hay conceptos de liderazgo y autoridad
que van en contrasentido del principio de la igualdad general, pilar fundamental
de la democracia representativa.
En sociedades mucho más abiertas, cuando menos existirán parámetros
establecidos sobre metodología educativa. La forma de enseñar y aprender estará
determinada por sus propias prácticas culturales y religiosas, y las innovaciones
tales como pequeños grupos de trabajo, individuos contestando cuestionarios de evaluación,
el uso de ayudas audiovisuales, y la privacidad en el resultado de los ejercicios
generará escepticismo o dudosa aceptación.
El
obstáculo
Las barreras pueden fácilmente convertirse en obstáculos que
entorpecen la labor de los educadores. La cultura y la religión pueden hacer que
la gente común, deseosa de adquirir y conocer una buena educación electoral y sus
derechos como ciudadanos, vea limitado su acceso a ella. En estas situaciones, la
falta de sensibilidad cultural y religiosa no será tratada con tolerancia, sino
por el contrario utilizada como una excusa para que un programa educativo no tenga
éxito. Por esta razón, los educadores deberán sopesar cuidadosamente estas susceptibilidades
con el fin de no convertirse en un obstáculo.
La
ventana
Es mucho más propicio cuando los educadores entienden el contexto
dentro del cual trabajarán o adaptan su programa de tal forma que crean grupos que
conocen el contexto. Así, contarán con una rica fuente de idiomas, analogías, tradiciones
y anécdotas que puedan mostrar a los votantes nuevos caminos para comprender su
propia realidad y las lecciones electorales o cívicas.
Para dar tan sólo un ejemplo, sería útil discutir sobre los
educadores sudafricanos que debieron encontrar una forma para que el pueblo entendiera
la naturaleza secreta del voto. Discutiendo con mujeres de sociedades tradicionales,
encontraron que la maternidad proveía una visión alegórica. Generalmente, el sexo
del bebé no se sabe con anterioridad al nacimiento. Igualmente se descubrió que
hablar abiertamente de la maternidad es un tabú; por ello, la imagen escogida para
la discusión fue la del sembrador que planta la semilla. Nadie conoce el género
de la semilla hasta que crece. Sin embargo, en todas las ilustraciones utilizadas
para este particular paquete de educación electoral, aparece una mujer embarazada.
La mujer vota, pero su condición no se discute. Es notorio, especialmente para las
mujeres, y el concepto de la secrecía del voto es comunicado en secreto.