Hay muy pocos países en que se habla una sola lengua. Aún
los países que tienen un lenguaje oficial para asuntos de gobierno, y para
fines comerciales y educativos, pueden tener ciudadanos que conduzcan sus
negocios personales en un lenguaje diferente al oficial. Puede deberse a que
una comunidad grande esté establecida o porque la naturaleza multiétnica del
Estado abarca varios lenguajes diferentes. Cualquiera que sea el caso, los
educadores tienen que considerar hasta qué punto la educación se proporciona en
la lengua madre en vez de (si este es el caso) el idioma oficial.
Los educadores deben comprender que los adultos en
general aprenden mejor en el lenguaje con el que se sienten más a gusto. Cuando
el aprendizaje involucra lecturas, leer textos en el lenguaje típicamente
utilizado en otros trabajos (periódicos y libros) resulta más efectivo. De
todas formas, puede haber limitaciones que deben ser superadas.
Restricciones
legales
Las autoridades educativas oficiales pueden estar
obligadas a ofrecer únicamente materiales y programas de educación en el idioma
oficial. Una política de ese tipo puede establecerse con miras a alentar la
unificación nacional en una sociedad diversa o por cualquier otra política
igualmente razonable. Sin embargo, a menos que exista una política para la
enseñanza a nivel nacional en ese idioma o amplios consensos acerca de ese
enfoque, aquellos que no hablen la lengua dominante pueden encontrar que la
educación cívica y electoral ofrecida en el idioma oficial no es efectiva y
resulta excluyente, resultando ello igualmente contraproducente para el
esfuerzo de construcción nacional. En otros países, sin embargo, la ley puede
enumerar específicamente una serie de lenguas en las que debe darse la
educación a los votantes.
Aún países que son relativamente homogéneos y que
proporcionan el aprendizaje del idioma oficial a los inmigrantes y residentes
temporales, acostumbran ofrecer información pública en distintos idiomas o
textos paralelos. Una vez que se acuerda proveer material educativo en una
variedad de lenguajes, y posiblemente hasta en un número de dialectos orales y
escritos, aumentan las complicaciones para los educadores.
Terminología
Muchos de los términos usados en la educación electoral,
así como en la educación cívica, son acuñados en los lenguajes
internacionalmente dominantes. Pueden haberse vuelto de uso común en el
lenguaje comercial y gubernamental dominante de un país, o que el lenguaje en
sí sea uno internacional. De todas formas, puede ocurrir que otras lenguas no
abarquen fácilmente conceptos democráticos. En algunos casos quizá sólo pueden
ser traducidos de manera parcial y puede que en otros ni siquiera sea posible
traducirlos. Una de las consecuencias más desafortunadas de esto, es la
posibilidad de que la gente sienta que los conceptos no son de ellos o que les
han sido impuestos.
Recae
sobre los educadores la responsabilidad de asegurar que haya una asimilación de
los conceptos. Esto se puede lograr mediante la traducción directa o indirecta
a través del idioma y la metáfora, mediante el descubrimiento de palabras o
frases en el idioma nativo que tengan significados similares, o mediante la
invención de nuevas palabras o frases. En algunos casos, los educadores pueden
tener que utilizar términos que aparecen en la ley. Para evitar crear mayor
confusión, tal vez sea necesario que todas las organizaciones e instituciones
dedicadas a la educación electoral, tanto internacionales como nacionales, usen
las mismas palabras, frases y conceptos. Para facilitar este proceso, algunos
educadores han tomado la iniciativa en la elaboración de glosarios como
documentos únicos, que definen, traducen, y agrupan términos, y que pueden
ofrecer sinónimos y siglas (véase, por ejemplo Paquete multiuso
— Australia).
Más
allá de la elaboración de la terminología para discutir el derecho al voto y el proceso electoral, un reto inicial
e ilustrativo que enfrenta cada educador en un entorno multilingüe es cómo
elaborar un eslogan pegadizo. Muy a menudo un lema puede funcionar muy bien en
un idioma, pero puede sonar mal o carecer de sentido en otros.
Publicaciones
La publicación de textos reviste un problema especial en
las sociedades políglotas. Preparar publicaciones paralelas (bilingües o
multilingües) aumenta costos y no siempre maneja de manera efectiva los dilemas
terminológicos. En muchos casos, aquellos que leen el lenguaje técnico
escogerán el lenguaje dominante. Hay muchos ejemplos de publicaciones bien
redactadas que no se leen.
Las publicaciones en lenguajes paralelos son, por lo
general, hechas primero en un idioma y luego traducidas a otros. Esto conlleva
demoras, distinta calidad y secuencia en las diferentes lenguas, así como una
recurrente sensibilidad de los educandos.
Ha habido intentos por superar estos problemas iniciando
publicaciones separadas en diferentes lenguajes, o empezando por uno secundario
y después traduciendo al dominante, o convocando a un grupo de escritores para
que preparen textos paralelos de manera cooperativa. El acercamiento más
exitoso parece ser la preparación de una sola publicación en diferentes
lenguajes. Esto tiene la ventaja de demostrar la importancia de todos ellos.
Alternativas
efectivas y rentables de publicación
Un enfoque alternativo consiste en seleccionar un idioma
que sea comprendido por la mayoría y después preparar un texto básico en una versión
simple de ese lenguaje junto con un glosario donde los términos clave estén
traducidos a uno o más idiomas. Esta alternativa ayuda a que las personas
comprendan una segunda o tercera lengua más fácilmente.
Capacitar
a los educadores
Los educadores bien pueden manejar diferentes idiomas.
Como resultado, y por la dificultad de conducir cursos técnicos o de
desarrollar textos especiales en distintos lenguajes, puede ser posible
encontrar una lingua franca. De todas formas, los mismos educadores
tendrán que conducir los programas en su lengua nativa. Por esta razón, los
programas de capacitación deben incluir ejercicios en donde se utilicen
diferentes idiomas y los materiales para distribución deben ser traducidos
durante el curso, o antes del mismo, para que puedan ser comunicados y
entregados en el lenguaje apropiado.
Educación directa (cara a cara)
En algunas sociedades políglotas, puede ser posible
encontrar al educador adecuado al grupo participante. Esta es sin duda la mejor
forma, pero no siempre es posible. Puede que sea necesario introducir diversas
estrategias para asegurar que las personas se puedan entender entre ellas.
Una forma, aunque quizás la más costosa, es proveer interpretación
simultánea. Si no es posible contar con los intérpretes y equipos suficientes
para suministrar a cada uno su propio receptor, se podría agrupar a las
personas según al lenguaje y tener a alguien que los asista de cerca. También
puede ser posible proveer traducción frase por frase. Además, se puede hacer una
síntesis. Todo esto requiere que se disponga de traductores profesionales; y
cuando se empleen cabinas y equipos de alta tecnología, puede que estos intérpretes
necesiten capacitación adicional.
De todas formas, puede ser que los intérpretes
capacitados no siempre entiendan los matices del lenguaje político, por lo que
los intérpretes de la comunidad en cuestión puedan beneficiar al programa. Si
el problema reside más es la facilidad con el lenguaje de instrucción que en la
falta de conocimiento, puede ser posible dar instrucciones en un idioma y
conducir los ejercicios en otro, teniendo a las personas agrupadas según su
propio lenguaje. Las preguntas pueden ser formuladas en una lengua pero ser distribuidas
en folletos impresos que las contengan en todos los lenguajes. La discusión
puede tener lugar sobre una base multilingüe, donde las personas hablen en su
propio idioma y después presenten una síntesis por sí mismos o con ayuda de
otro participante que traduzca.
Cuando únicamente el educador es externo al grupo, puede
ser preferible que esta persona tenga un intérprete que no sea uno de los
participantes para que lo asista. Sorprendentemente, el no tener acceso a todo
lo que las personas dicen puede hacer algunos procesos más fáciles para el
educador, tal como las interacciones grupales y las preguntas que, dada la
necesidad de traducción, pueden provocar un debate conceptual.