Después de muchos
años en que las democracias establecidas han dependido completamente de costumbres
e instituciones arraigadas para sostener a la ciudadanía democrática, temores más
recientes sobre tendencias anti-democráticas emergentes, grupos alienados y electores
apáticos han causado un debate mucho más coordinado acerca de la necesidad de esfuerzos
adicionales, algunos de ellos educativos y otros a través de experimentar con la
reforma electoral, el fortalecimiento de partidos políticos y la democracia directa.
A veces se olvida
que las democracias establecidas tienen sus propias historias de conflicto y tensión.
Varias de las instituciones, prácticas y procedimientos que existen, surgieron de
esos momentos de tensión y pueden aparecer por sí mismos en el futuro cuando aparezcan
problemas similares. Otros problemas que enfrenten estas sociedades de hecho pueden
ser nuevos y requerir instituciones nuevas.
En los Estados
Unidos de América, se han desarrollado planes de estudio de educación cívica para
las escuelas públicas, y un programa similar se ha puesto en marcha en el Reino
Unido. Ambos surgieron fuera del sistema estatal oficial y dependieron de la presión
política, apoyo y trabajo con escuelas individuales y maestros para motivar su adopción
más universal.
En Alemania, las
fundaciones y las academias laicas que surgieron a principios de los años 50, después
de la guerra, para reactivar la ciudadanía y asegurar que hubiera reconciliación
y rehabilitación continúan operando dentro de un marco de formación política apoyada
por organismos gubernamentales tanto federales como provinciales.
Conforme Europa
se ha ampliado e integrado, se han establecido programas educativos de la Unión
Europea, tanto de carácter más informativo como con un propósito educativo más profundo
—la red subyacente al proyecto Grundtvig/Sócrates proporciona información y buenas
prácticas. La aparición de nociones incipientes de ciudadanía transnacional sugiere
un nuevo reto para los educadores.
Claro que en
sociedades de gran complejidad producto del desarrollo y de prácticas
democráticas largamente establecidas, es muy difícil para los educadores
considerar programas universales, de manera que existen pocos de esta
naturaleza. Quienes buscan desarrollarlos para momentos democráticos
particulares encontrarán ayuda en las secciones de alineación y estrategia. Los
educadores, en cambio, están trabajando con nuevos migrantes, grupos excluidos,
en el fortalecimiento de partidos políticos, promocionando campañas sobre derechos
humanos y educación para el desarrollo.
Algunos países,
especialmente aquellos con un pasado colonial o misionero, han utilizado la educación
para el desarrollo para animar a sus propios ciudadanos a la acción doméstica y
la solidaridad y compasión internacionales. Las técnicas usadas en estas campañas
tienen que ser juzgadas cuidadosamente para garantizar que no sólo causen una movilización
social a corto plazo, sino un compromiso concomitante a largo plazo para la democracia
y la ciudadanía activa.