Los educadores tienen que desarrollar estrategias para
sobreponerse a cualquier escepticismo que los educandos puedan tener sobre el
programa y sobre los individuos que lo están conduciendo.
El
escepticismo es conveniente
En situaciones de conflicto, los educadores serán,
invariablemente, cuestionados sobre quiénes son, de dónde vienen y cómo se
puede confiar en su mensaje. En situaciones donde la hospitalidad es un valor
importante, estas preguntas pueden no ser dichas o ser simplemente sugeridas,
pero serán formuladas. Y si no es posible obtener una respuesta satisfactoria
sobre si el programa educativo está bien concebido o no, el impacto será, sin
excepción, menor. En algunas situaciones, puede inclusive existir una
controversia que eche por tierra el programa e impida completarlo.
Estas preguntas son perfectamente legítimas. Los adultos
esperan que se pueda participar libremente en el aprendizaje y ellos querrán
poder elegir por sí mismos. Donde se establezca una relación directa entre el
educador y el grupo de educandos, puede ser posible superar cualquier
escepticismo con relativa facilidad. De todas formas, los programas de
educación pública son, o inversiones sociales escogidas por las organizaciones
o instituciones, o son llevadas a cabo en nombre de un cliente que represente o
no los puntos de vista del grupo de educandos o de la audiencia. Quizás esto
resulta más explícito cuando se observan las intervenciones educativas
comisionadas por los empleadores para los empleados —especialmente aquellos que
están sindicalizados— aunque una dinámica de naturaleza escéptica puede surgir
en cualquier otra circunstancia.
Impulsando la confianza
La confianza se puede desarrollar por proximidad,
asegurando que todos los eventos educativos incluyan una introducción apropiada
de los educadores y las organizaciones de donde vienen. En algunos casos, esto
es hecho de una mejor manera por los patrocinadores del evento. Los educadores
tendrán que ofrecer oportunidades a los participantes, para que hagan preguntas
sobre el programa, exploren sus expectativas y sepan hasta qué punto pueden
alcanzarlas. Habiendo concluido un programa, se extenderá una invitación a los
participantes para evaluar el éxito y hacer recomendaciones para su
mejoramiento. Cuando los programas educativos no tienen contacto directo con
los participantes, los educadores tendrán que buscar otras estrategias, con las
que se aumente el contacto directo.
Apartidismo
Aquellos que están compitiendo por el poder político
tienen todo el derecho a desarrollar programas educativos. Por ejemplo, el
incremento en el número de programas al votante en los Estados Unidos parece
responder, sobre todo, al interés de influir en los votantes (como un grupo de
enfoque), y no precisamente por el interés de apoyar las elecciones y la
democracia. Pero quienes pretenden proporcionar educación apartidista y
permitir que las personas tomen sus propias decisiones sobre aquellos que
compiten por el poder, y sobre la manera en que pretenden manejar las
problemáticas sociales, políticas y económicas, tendrán que buscar mecanismos
para diferenciarse de los programas partidarios. Para hacer esto, pueden
recurrir a objetivos y códigos de conducta establecidos de forma apartidista.
Pueden exigir un estándar determinado para su equipo de trabajo y hacerlo
público.
Algunas veces el educador está siendo pagado para que
entregue el programa no por quienes lo reciben sino por alguien más, tal como
un empleador o un departamento del gobierno. Esta información debe estar disponible públicamente.
Es igualmente importante el uso de materiales y
metodologías democráticas que apoyen los valores que están siendo promovidos
como parte del contenido del programa educativo. Entre lo anterior se incluirán
una variedad de voces, se impulsará al debate y un balance de poder entre
educandos y educadores.
Credibilidad
de la organización
Los educadores que representan a una organización, o se
presume que lo hacen, querrán asegurar que la credibilidad de la organización
no sea reprochada. Esto requiere que se adhieran a estándares de
profesionalismo al trabajar con el público, al manejar las finanzas y al relacionarse
con los empleados. Sumado a lo anterior, los educadores pondrán atención a la
manera como manejan sus relaciones con otras organizaciones, proveedores y
clientes. Las organizaciones tendrán que prestar atención a sus declaraciones
públicas y, en particular, a los comentarios sobre los programas educativos.
Finalmente, dada la importancia de las publicaciones que moldean las
percepciones públicas, los educadores deberán asegurarse que éstas sean
precisas, justas y bien producidas.
Legitimidad
Las elecciones dan legitimidad a los gobiernos. Los
programas educativos deben asegurarse de obtener esa legitimidad por medio de
una combinación de una escrupulosa negociación con los participantes sobre el
establecimiento del programa y la coordinación continua acerca de la
instrumentación del programa.
Este proceso empieza asegurándose de que el mandato ha
sido confirmado y que cualquier contrato ha sido cuidadosamente considerado, pero desafortunadamente
pueden presentarse controversias sobre si el programa educativo debe ser
instrumentado por una organización particular o un grupo de organizaciones.
Esto se puede aplicar inclusive a una autoridad electoral.