Es
posible evaluar un programa de educación luego de que éste ha sido terminado.
Sin embargo, esta es una tarea mucho más complicada. Es por esa razón que la
evaluación debe ser incluida dentro del programa desde su inicio.
De
otra forma será imposible hacer algo más que reportar la terminación del
programa de una forma tan sencilla como un reporte final.
Para
evaluar un programa adecuadamente, deben existir objetivos susceptibles de ser
medidos, indicadores significativos, criterios concretos para la evaluación, un
compromiso para documentar el programa, y la preparación de información
requerida para la evaluación en el transcurso de los eventos.
Lo
anterior presupone que la decisión de hacer una evaluación se toma en el
momento en que se planea el programa, y que el diseño de evaluación está
incorporado en el plan. Muy pocos ejercicios de planeación logran esta
coincidencia.
Lo
más que se puede esperar es que el compromiso con la evaluación se haga al
comenzar el programa, que se destinen fondos para esta actividad y que se establezcan
fechas para el diseño de la evaluación, trayendo evaluadores externos y
conduciendo las actividades de evaluación necesarias al margen del programa.
Entre
más temprano se logre esto, más fácil será obtener una evaluación
satisfactoria.