Los
educadores hablan de la evaluación formativa, la cual es similar al monitoreo.
Es una actividad que se desarrolla de manera paralela a la instrumentación del
programa, lo depura y lo perfecciona durante la fase de instrumentación.
Las
agencias de publicidad se refieren a la investigación de seguimiento: para mantener
el programa por el camino adecuado, o para seguir la forma en que el mismo se
desarrolla.
Las
herramientas utilizadas para dicha evaluación pueden ser las mismas que se
utilizan en una evaluación hecha al final de un proyecto, o agregada (ver Medición de impactos
(Evaluación agregada)).
También utiliza otras herramientas administrativas más tradicionales y aquellas
desarrolladas para realizar eventos educativos individuales.
Las
dificultades que enfrenta la evaluación formativa no son las de recolección de
datos, sino, primordialmente, aquellas que buscan establecer mecanismos para
convertir los hallazgos de la evaluación en modificaciones e innovaciones programáticas.
Esta sección analiza los conflictos que pueden surgir, con la importancia del
plan programático (ver también Alcanzar y mantener
un compromiso con el plan) y con algunas herramientas de monitoreo.
El monitoreo debe mantener un ritmo
Los
programas de evaluación tienen un itinerario apretado. Los eventos y las
actividades se planean con anticipación, y se toman las decisiones sobre la
producción de materiales, la preparación de los educadores, y la transmisión de
información que no son fácilmente alterables. Las actividades cara a cara, en
particular, requieren de plazos de entrega sustanciales.
Los
evaluadores deben estar estrechamente vinculados a los administradores del
programa, y deben ser capaces de analizar los datos recibidos con gran rapidez
si estos han de marcar una diferencia.
Sumado a lo anterior, deben tener un buen conocimiento de los objetivos y
propósitos del programa, para no sugerir cursos de acción que lo alejen de
estos objetivos. Todos los cambios sugeridos deben aumentar el logro de los objetivos,
con una excepción.
Los
programas extensos pueden incluir evaluaciones de mitad de periodo que son
mucho más minuciosas y pueden incluir una evaluación de las estrategias y los
objetivos. Cualquier cambio recomendado a raíz de la retroalimentación recibida
tiene que ser considerado cuidadosamente, especialmente si existen obligaciones
contractuales basadas en los objetivos y perfiles originales del programa. A
pesar de que es relativamente fácil hacer cambios en la forma como se
instrumenta el programa, resulta mucho más difícil hacer cambios en lo que se
pretende.
En
algunos casos, esto es necesario cuando la información recibida sugiere la
existencia de problemas de consideración en el diseño del programa. La
evaluación formativa usualmente se encarga de depurar el programa.
Conflictos entre los evaluadores y los administradores del programa
Incluso
cuando exista una clara distinción entre los equipos de evaluación y de
administración, y aún si sus roles están claramente definidos, pueden surgir
conflictos entre el personal encargado de obtener y analizar los datos a evaluar
y los responsables de la instrumentación del programa.
Las
reuniones constantes y los acuerdos formales sobre cómo resolver dichos
conflictos son bastante útiles. Los evaluadores se pueden ver forzados a llevar
un registro de las recomendaciones que no fueron seguidas. Al mismo tiempo, si
se siguen las recomendaciones y éstas no generan cambios exitosos, pueden
causar controversias. Los evaluadores pueden encontrarse repentinamente
evaluando innovaciones programáticas que ellos motivaron, pero que no están
funcionando.
El
papel de los evaluadores, entonces, se vuelve bastante problemático, a menos
que ellos actúen como asistentes técnicos, que proporcionan datos no analizados
a los administradores del programa, y como ayudantes en el análisis conjunto de
dicha información. Esta relación seguramente será menos propensa al conflicto.
Trabajar el programa
El
trabajo preliminar sobre el plan educativo es la herramienta disponible más
importante para la evaluación formativa o el monitoreo del programa. Sobre una
base regular, es posible verificar hasta qué punto se está instrumentando el
programa y hasta qué punto las cambios en el contexto, o en el electorado de
enfoque, requieren adaptaciones programáticas.
Tener
un plan documentado, también permite que dichos cambios sean registrados y
anotados para una evaluación general posterior.
Herramientas para monitorear
Además
de las herramientas de recolección general de datos, que son discutidas en esta
área temática, la respuesta o reacción del cliente es quizá la más importante.
Dichas
formas de respuesta han sido refinadas por las preocupaciones comerciales,
siendo posible utilizarlas como modelos de diseño y brevedad. Cuando la
audiencia es letrada, es posible recolectar respuestas individuales de los
eventos o servicios particulares, procesarlas, y posteriormente utilizar los
resultados para perfeccionar el programa. En caso contrario, las discusiones en
grupos pequeños y los registros de la información obtenida pueden servir con el
mismo propósito.
Dentro
de las herramientas adicionales se pueden incluir líneas telefónicas de quejas,
evaluaciones cuidadosas de los educadores, encuestas cortas, y reuniones
ocasionales de las partes involucradas en discusiones semejantes a los grupos
de enfoque.
Rol del personal
La
mejor fuente de información es un personal reflexivo y consciente. La
orientación acerca de la evaluación y el monitoreo debe estar entre las
preocupaciones de cada evento de capacitación. Las reuniones programáticas
deben incluir oportunidades para que el personal comunique lo que ha aprendido
y lo que ha descubierto en sus interacciones en el campo.
El
propósito de la evaluación formativa no es decir, "se los dije", sino
asegurar que el programa es apropiado y efectivo. Todo debe encaminarse a este
fin, y los educadores deben crear, tanto interna como externamente, un clima de
aprendizaje.