Aunque suele asumirse que son
sólo los jóvenes quienes, al alcanzar la edad legal para sufragar, votan por primera vez en cuanto se
enfrentan a su primera oportunidad para hacerlo, también podría incluirse en
esta categoría a quienes no tenían permitido votar (por ejemplo, debido a no
ser ciudadanos o por alguna condena) en elecciones previas y que se les permitió
votar en alguna ocasión subsecuente. Una definición aún más amplia incluiría a
personas de mayor edad que, habiendo tenido el derecho a votar desde su
juventud, sólo deciden hacerlo al paso de los años. Los siguientes párrafos
hacen referencia, fundamentalmente, a los de la primera definición, es decir,
que alcanzan la edad para votar.
Existe evidencia que sugiere
que aquellos que no votan cuando tienen la oportunidad por primera vez, quedan
fuera del grupo regular de electores. Sin importar si ese es siempre el caso, o
si en algún momento las personas se interesan en los procesos políticos y las
elecciones, existe la preocupación de que, conforme crezca el número de jóvenes
que no se interesen, la sociedad se desestabilizará o la vida política se
inclinará hacia la creación de grupos marginados de jóvenes. Este es un
problema, en particular, para los países desarrollados que todavía tienen
patrones demográficos en que los jóvenes son, por mucho, mayoría, aunque las
democracias más añejas también están preocupadas por el voto de la juventud.
Se han creado una gran
variedad de programas para educar a la gente joven acerca de su papel como
ciudadanos, sus derechos y responsabilidades, la importancia de las elecciones,
y cómo tomar mejor decisiones y exigir que les rindan cuentas, entre
elecciones, aquellos a quienes les concedieron su voto. Estas campañas suelen
usar una mezcla de medios populares, medios masivos de comunicación, eventos
culturales dirigidos a jóvenes, eventos sociales, y la participación de
celebridades y políticos destacados.
Los educadores que estén
preocupados por lograr que los electores voten por primera vez, podrían
considerar hacer uso de algunas técnicas de esta área temática, basándose en su
evaluación de las necesidades y aspiraciones del grupo particular al cual están
enfocando sus esfuerzos, así como utilizar materiales y métodos que sean
particularmente apropiados para ese grupo.
En una campaña nacional
reciente dirigida a quienes votarían por primera vez en Sudáfrica, que
coincidentemente eran los primeros en alcanzar los 18 años de edad desde que se
había establecido la libertad política, el medio elegido fue un periódico de
distribución nacional, y los materiales escritos para ser usados
específicamente por ese rotativo, diseñados para la juventud, fueron circulados
de manera separada a escuelas previamente seleccionadas cuyos profesores habían
accedido a tomar parte en ciertas actividades y competencias escolares que les
fueron sugeridas. Este suplemento semanal cubría no sólo la educación
específica al elector, sino que, todavía más importante, se concentraba en formas
para que los jóvenes se volvieran políticamente activos y tomaran el control de
sus vidas fuera de los partidos políticos formales.
Se logró esto sobre la base
de una investigación, cada vez más relevante, que muestra que la gente joven no
es necesariamente apática, sino que no consideran que los partidos políticos
formales se relacionen con sus vidas. Hacer esa correlación requiere de una
mayor comprensión de la vida política en que los jóvenes sean actores y no sólo
votantes.
Existen otros obstáculos,
relacionados con el proceso de registro, para que los jóvenes participen en las
elecciones. Los intentos de obtener documentos que los identifiquen —licencias
de conducir, credenciales para votar, beneficios laborales, y apoyos
educativos—, suelen provocar en los jóvenes escepticismo respecto del Estado,
que se hace extensivo a las elecciones.
Por lo anterior, es crítico
que las escuelas desempeñen un papel tanto en la educación cívica como en
brindar ayuda para que los jóvenes tengan confianza en sí mismos y sean activos
en su vida pública. Las escuelas deberían ser, cuando menos, lugares en que se
lidie con la burocracia estatal en formas que permitan dar más poder a quienes
terminan la educación secundaria. Resulta irónico que dicho apoyo sea más frecuente
en países desarrollados, donde no es tan necesario.