Participación apartidista
La educación electoral está diseñada para ser apartidista. Para que la motivación en los votantes sea efectiva, los programas deben ser imparciales y no deben favorecer a un competidor —candidato o partido político— sobre otro. Este es un punto muy importante que es muchas veces olvidado en las sociedades en transición, donde no se hace mucha distinción entre educación electoral y campañas de propaganda.
¿Si la educación electoral es una actividad neutra, por qué, entonces, se permite que candidatos y sus partidos tengan voz en el desarrollo de un mandato para educación electoral? Muy simple, todos los candidatos y partidos políticos tienen interés en asegurarse que los votantes entiendan de qué se tratan las elecciones tanto en el sentido general como político. En general, es del interés de partidos y candidatos el asegurar que los votantes escuchen todos los puntos de vista, tomen su propia decisión y salgan a votar con un sentido de libertad y seguridad. A pesar de que esto no parezca ser del interés a corto plazo de un candidato particular, los votantes que entiendan las cuestiones y tomen decisiones inteligentes basadas en éstas, al final de una elección confiarán en los resultados y permitirán que los ganadores gobiernen.
Puesto que las elecciones son inherentemente competitivas, los candidatos pueden ser susceptibles a la posible influencia de un determinado partido político y grupos de interés sobre los programas de educación electoral. Si ellos creen que esto ha sucedido, posiblemente tratarán de limitar el daño que les pudiera haber sido causado por este programa, limitando el acceso del mismo a los votantes, intimidando a los educadores, y poniendo barreras similares para corregir los efectos del programa.
En muchos entornos de transición, entre algunos contendientes puede también haber una fuerte creencia de que un electorado mal informado y un proceso electoral caótico los beneficie. En este caso, es posible que los esfuerzos para abrirse y clarificar el proceso de votación, así como hacerlo más eficiente, educar a los electores sobre sus derechos y cómo adecuadamente ejercerlos provoque reacciones hostiles. Es también probable que este tipo de mentalidad resulte en los tipos de barreras que se ha señalado anteriormente.
Por esta razón, los educadores electorales desearán establecer relaciones con todos los candidatos y sus partidos políticos con el fin de asistirlos en la definición del rol de un programa apartidista, los límites de la información que se maneja y su relación con las campañas partidistas.
Más allá de los partidos políticos
Es importante no asumir que los candidatos se limitan al número de partidos políticos oficialmente registrados. Los partidos muchas veces mantienen algún tipo de relación con variados comités de expertos, instituciones, grupos de investigación y otros, que debido a su experiencia y conocimientos específicos, pueden ser instrumentales en las discusiones sobre un mandato para la educación electoral. Dependiendo de las disposiciones legales, otros grupos también pueden estar en condiciones de presentar candidatos. Puede haber la auto nominación basada en la recolección de un número determinado de firmas, grupos de electores pueden unirse para presentar una lista de candidatos, también se puede permitir a organizaciones públicas que nominen candidatos o que se forme una coalición de partidos políticos y otros grupos para disputar una elección en particular. Es posible que muchos de estos partidos o grupos sean de naturaleza más transitoria o su participación en elecciones más esporádica, y por lo tanto sean difíciles de contactar. No obstante es posible que se tenga que evaluar su importancia relativa. Esto varía de acuerdo con las circunstancias particulares de cada elección.
El desafío presentado por boicoteos electorales
Los movimientos de boicot a las elecciones con una amplia base presentan problemas particulares a los electores y a los educadores que tienen que ser tomadas en consideración. Si un grupo específico en la contienda electoral, representado por algunos de los partidos políticos, grupos de interés especiales, y organizaciones de la sociedad civil, optan por el boicot —y alientan a sus seguidores para que apoyen el boicot— de una elección que perciben como ilegítima, entonces los esfuerzos para informar, motivar y movilizar a los electores se puede volver cada vez menos neutral. Es decir, cualquier tentativa de incentivar la votación puede ser vista como un apoyo al gobierno (o a los partidos) en el poder. Es más probable que esta situación afecte a las organizaciones internacionales y grupos de la sociedad, ya que las autoridades electorales pueden estar ser legalmente obligadas a proporcionar educación electoral, a pesar de las circunstancias. Aún así, grupos de la sociedad civil pueden estar divididos sobre si la participación o el boicot es la mejor forma de afectar el cambio social, jurídico o político. Como se señaló anteriormente, es necesario hacer una evaluación sobre el alcance y la importancia relativa del boicot. Para los que optan por continuar con las iniciativas de educación electoral a pesar de un apoyo al boicot por una base amplia del electorado, puede ser conveniente reunirse con ambas partes y explicar claramente a los electores las consecuencias de su decisión de votar o no votar.