Los educadores que están trabajando con adultos tendrán
que avenirse a la cultura y las costumbres sociales de los individuos y los
grupos de individuos con los cuales trabajan. En la mayoría de los casos,
tendrán que ponerse de acuerdo no sólo con los individuos sino también con la
sociedad de donde cada persona emerge y a la que regresan.
Puede ser verdad que la educación cambia las relaciones
que las personas tienen con la sociedad. Cuando la educación apoya a las
elecciones y la democracia, puede pretenderse que esas personas actúen y
cambien esa sociedad. Ese potencial de la educación incrementa las
probabilidades de que los educadores tengan que considerar y manejar el impacto
cultural y social en el planeamiento y ejecución de su programa educativo.
Estas consideraciones incluirán las determinaciones de cómo el educador va a
manejar las costumbres y los significados pasados por alto en lo que concierne
a ciertos grupos de personas y ciertas estructuras de creencias.
Ejemplos
Pueden existir tabúes particulares. Puede que las mujeres
no hablen en presencia de hombres. Algunos hombres son líderes desde que
nacieron y, por esto, asumen que tienen mayor conocimiento y sabiduría y deben
hablar primero. Estas convenciones van a impactar la estructuración de los
eventos educativos, la selección de los participantes y los sitios en donde los
eventos se realicen.
Pueden también existir diferenciaciones entre géneros o
de lenguaje entre clanes; o puntos de vista acerca de la modestia o sobre lo
que se puede discutir públicamente. Así como pueden existir puntos de vista
sobre los educadores, su papel y el comportamiento que de ellos se espera. En
algunos grupos, mirar a la persona directamente a los ojos puede ser
considerado de mala educación o puede estar asociado a consideraciones de
status. Los educadores pueden mal interpretar estos comportamientos como falta
de interés o engaño.
Estos son apenas unos cuantos ejemplos de la variedad de
estilos de vida que la gente ha adoptado y sigue adoptando para tratar de
ponerse a tono con la forma en que experimentan y perciben la vida. Algunas de
estas elecciones o decisiones pueden parecer estáticas, de manera que a los extranjeros
les parecen inapropiadas. Pero puede que tengan mayor significado para quienes
las adoptan, y no pueden ni deben ser pasados por alto. Estos mismos
extranjeros pueden estar respondiendo a señales que tienen mucho significado
para ellos en sus entornos culturales, pero que no tienen nada que ver en las
interacciones sociales que están tomando lugar dentro y fuera de los eventos
educativos.
De manera que los educadores intentarán preparar sus
planes con personas que comprendan el impacto de la intervención educativa.
Estas personas pueden escoger pasar por alto las costumbres locales, pero
probablemente lo harán con completo conocimiento de las consecuencias y hasta
qué punto pueden hacerlo sin que por ello pierda efectividad el programa. Los
programas educativos pueden desafiar o transigir estas costumbres, pero el
balance será delicado. Inevitablemente, habrá aquellos que se beneficiarán de
las relaciones de poder existentes en la sociedad y que pueden estar usando
explicaciones culturales para mantener el poder.
En ninguna parte es esto más evidente que en las
difíciles relaciones que existen en muchas sociedades entre el líder
tradicional y las instituciones democráticas; y en el papel de la mujer y en
los disturbios políticos que han enmarcado la concesión de su derecho al voto.
Aún así, el educador electoral, o quien está encargado de apoyar las
elecciones, tendrá que estar consciente de la necesidad de asegurar que la
democracia se integre a la cultura del país que está estableciendo la democracia
electoral, al mismo tiempo que entiende que puede estar causando un mar de
cambios en ese mismo país o sociedad.